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7raJncción del M. R. P. tv1arcos de Esc,1'. dJ se unos días mi resolución. Sobre todos lloraba el joven Melak dando al aire tales lamentos y alaridos que laceraban vivamente el corazón. To– dos querían hablarme y escuchar de mi boca los tíltimos consejos. A to– dos hube de recibir, hablándome particularmente cada uno de lo que más afectaba a su corazón. Hice después una exhortación general recomen– dándoles la práctica de cuanto habían aprendido y que no se apartaran nunca del camino nuevamente comenzado, pues él los conduciría cierta– mente al cielo, donde serían eternamente felices. Díjeles que en el joven Melak dejaba :iepositados secretos de grande importancia con respecto a su instrucción religios 0 1; que él me supliría en los trances más difíciles y obrando s::gún mis instruccio:1es, Dios los protegería desde el cielo. Lla1mJndo luego al joven le administré el bautismo en privado, que él recibió con muestras de indecible alegría y contento; dimos gracias a Dios por este singular beneficio y nos retiramos a descansar. ¡Qué no– che aquella tan larga!, no ¡,ude peg,ir los ojos. La emoción me tenla ner– vioso, las lá {rim:1s surcab·rn mis mejilliis y el corazón se me oprimía en el p(:cho; aun no apunt:Jlrn el alba y ya estaban todos en pie para darme el ult¡mo adiós. Los bendije, diciéndoles qne jairnís me olvidaría de ellos. antes bien ocuparü1n un lugar preferc'.nte e11 mi corazón, y entre lágri– mas y sollozos emprendí la parlida. i'v1e acompañaron largo trecho de ca– mino y cuando fatigados y pensutivos me despedí lllW\'amente ck ellos, allí era de ver el llanto general que u todos invadía cual eléctrica co– rriente que a todos hiere. Seguí camino de lfagh en compafíía del joven hijo de M:iqnonén, adonde arrihmnos al cabo de Uirns horas, no sin sufrir las penalidades del viaje. 8. En lfagh: los aywzos erz la Abisinia. E_stábam<!S en plt>na cnaresma. Los ayunos en Abisinia son de extremo r1gor; v1em,n a ser como una continuada serie de ejercicios espirituales, porque aparte de quf, las comicias de carne estún entl'rm11e11te proscritas guardándose siempre rigurosa vigilia, b m:1yor p:1rte del día lo pasa11 l,n la iglesiu cantando snlnn.-; e himnos y ornpando~f'. en l?cturns pi:nlcs,1s, lfagh se abastecía d,' fr,•:s;"(J del hg\l T'>c11,u; pero en otros p:1íses donde los acfcites y t:I pc,srndo er:rn tH, ''.Jsos. lT,1 alirnc11tarse tínicmm'n- te de le¡:;umbres y nul p:111. Los ori,'nt:il son e11 ¡~e11ernl muy amigos de h1 a¡l'.lríencia exterior, y lo,, crísti:rno:; , isrnútírns, desgajados d( 0 .l úr- bol de la Iglesia y pri\':idos de L1 -;:ihi,1 del Jerarca. \'ic;1• no de Cristo, 110 entiend,'n di' otr,1 (]lit' l,1 , mucho apa- rato d,, ceremonias, mucho rÍ'.;Or l'!l l:1s prücticas (Ü; ,1scdisrno. pero sin (espíritu que los infornw. Los n•r<+, s:icrifícarse por ;~uardar con e.-.;crnpu– losidad monacal las costumbres y rito.e, dt~ mt,nor i111port:111cia; languidecer extenuados al rigor de los ayunos y de ];; penitencia durnnte cuaresmas enkras; pero sin cuidar dt: purificar el rnrazón y (,nden;zar el t'spíritu a Dios. ni domeiiar sus aviesas pasionPs y malas inclinacio1ws. !Lístinrn de vigilias, penite 1cias y aynnos! ¡Si fueran acompc111ados de la santidad de vida y del verdadero espíritu crisfrmo y p:1rticiparan de la s:JYia de la Iglesia (:C1tólica, qué valor y qut: ,t1;loria 110 tendrían e,; el cieio!; por– qtw es de notar qne la tercera ¡l'.lrt: d,.,l rn1o la p:is:rn en t'stns ayuHos. Ademúc; de la cuarvsnn de h As1rnció11 que ½1J.1 quince dl'1s,
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