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Traducción del l\[. R. P..i\larcos de Escalada 199 --- por pnrte de los p"dres, que por s11 i..:norancia y simplicidad permitían en los jóve.1,:., ci,'..-tos juegos y liviandades, juzgándolos pueriles pasa– tiempos, q 1e e I ri%or e, a,1 verdaderns inmoralidades. 2. /vli apostolado. p/ joven /vfelal,. ·- Unían aquellas gentes a la sencillez una docilidad enca11tadora, que les hacía tierra abonada para la buena semilla de: la diviné! palabra. Me dirigí principalmente a los pa dres, po11ié,1dules ante los ojos los dafios inmensos que de la pnidica de esas livi,rnd:ides so·Jrevendría11 a sus hijos, tanto en lo físico como en lo mo:·,d. Les inculqué vivamente la necesidad imprescindible de la separa– ción de sexos, sobre todo en las horas del descanso nocturno, y la utili– dad y conveniencb de ocnparlos en trabajos apropiados a su edad y condiciones. Todo esto, les dije, no es nuevo. En mi país se viene prac– tic,:;1do desde hace 11111chbimos años. Dios sabe el bien inrnensu de que ahí di1rnrna p:.ira la 111is11v1 juventud. Poco fué necesario para persuadir a los padres la 11ecesid:1d (h: instruir y moralizar a sus hijos. Ellos mis– mos me rogaron inrnlcara esas múxinrns a sus hijos, concediérdome gus– tosos les hablara cuantas veces a bien lo tuviera. No buscaba v<1 otra cosa. Reuní, ptws, en torno mío a todos los jóveil('S y dí pritÍcipio '.! una sccri<: de instrucciones religiosa:. acomodadas a la capacidad d(: los oyentes: Contúb:1 lt•s episodios de las vidas de los santos, pa-;ajes tien:os del :,agrado Evangelio; lrndales n"petir conmigo las primeras oracione.-; qtw la~ madres suelen ensPfiar a s11s iiernos hijos: El Credo. el Padre– nuestro, el Avemaría, los Mandamientos de la Ley de Dios. <·te., etc., así logn\ infiltrar en sus sencillos corazones cierta viva cnriosidad por lo bueno, pronwtiénlloles siempre ensefiarles cada día mejores cosas :,i me presbban atención y docilidad. Por ello me cobraron tan hondo rn– rifio que no acertaban a Slépararse de mí: Sobn;salía entre todu,; el mü,, joven, llmnado [v\(élé 1 i<, así por la facilidad en aprender como por lél e11tu– sii1;nL cun que tomó su educación religiosa. 3. Reforma de costumbres. - No tardó en verse el fruto de mis desvelos y exhorb1ciones. Las costumbres de aquellas gentes s1' cambhi– ron. Lus padres se hicieron más cautos en su proc,der, cen <ÍS1· la pue•·– t:i d(' los escúnd:dos, evitando ía promiscuidad de sexos, y L·n sus di· versiunes notübase un ambiente de más honestidad y mayor re-.,¡wto de unos p:1ra con o!:ros. Iban corrigiéndose los abusos y reformúmlose l11s costu111brl:'s de toda aquella rmmerosa familia. ·· Mirad, les decí:1 l!ll día, cada 1mo de nosotros tenemos siempre a nuestro lado un úngel que t1<i"> habla al corazón y nos inspira todu lo bueno que hacemos. El nos acom– p:1ñ:i constant".llll'nÜ,. librándonos de los peligros de alma y rn1·rpo, lle– \'a nuestrns súplicas a Dios y cm111do morimos presenta nuest1 'h almas en el tribunal del Seiior para defendernos. Igualmente vel,1 junto a nosotros el únge.l nrnln o el demonio para perdernos. Este nos sugien' las obras malas. nos halaga con promesas engaiiosas de placen's carna– les qu·' 110 tr:1,::1 sino amarguras y sinsabores. Cuandu desoyé'lldo la voz interior del ü11gel bueno, seguimos las sugestiones del demonio. aqut;I se Ya desconsolado, llora amargamente nuestra desgrc1cia. y des· de lejos toca las cuerdas de nuestro corazón para moYernos al arrepen– timiento y I la enmienda del error.--Así es, replicó impaciente el jo\'en

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