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Traducción tlel ivl. R. r. Marcos Lle Escalatln 187 el ernpccrndur tomó cartas en l\l asunto. y los metió a ambos en la nírcel. Al ratio de tres meses, Salama, político solapado, comprendió su nial p 1so y::,.'. srnrwtió al p:1triarca, saliendo :rn1bos de la cárcel y tornando el u 10 :, :,,1 se J.: Je Egipto y el otro a su tare 0 1de vida escand,ílosa y li'.1E:rti11a. ti. Triste fin del patriczrca.-···De vuelta a su sede Daud cunservó ~-rofundo e1:cono contra d protervo almna Salama, y con frecuencia re– probabas ulicenciosa vida. Era Daud de índole franca y comunicativa y excZ:'iivanLo:!Íe locuaz: conversaba indiscretamente de cuanto le había c1co11t,,cido con el liberti110 abuna y fustig:1bu si11 piedad su mai1ern indig– w1 de obrar. Añádase el deseo mal dbimulado del patriarca de abrazar la rc,ligi(.Jll u1tólica, adilirié11dose con iodo su patriarcado a la lghésia de Ronn. Tan <entera conducta 110 podía menos de chr,car en la durn perti– nacia de aquellos cegos herejes, quienes le acus,1ron ante el ~~ubenw– dor. proponi~.ndole un medio criminal de quitarle d," delante. Cierto mal– vado 11:onje, antiguo súbdito de Daud en el monasterio de San Antonio, fm~ el instrnml\ntD de ejecución de tan bárbaro atentado. El virrey Ismael B:ijú, fingiendo dudas sobre b religión, invitó al patriarca a una confe– rencia amistosa en su propio palacio. obsequiándole con una taza de café a estilo orie11ü1I. pre¡J:m1da por el malvado monje. Daml se retin·, tnrn– lpilo :1 su cas:1, y a eso de mc'.dia noche eru ya cadáver. Antes dl' quince días el 111u11je ho111iciJ:1 era nombrado p:1triarca, sucediendo ni inf(•rfecto. 7. Un obispo quincallero. --Partí, por fin, al cabo de trec; días, siempre b,1jo la pesadilla de ser descubierto, con rumbo a Dolrn. pm1to fronterizo de la región de Egipto. Unos mercaderes indígenas asegurá– ronmt, fúcil edrada al país galla si 'il~gllía el camino de Dunkur por la mism:1 fronÍl'ra abisinia y sin necesidaJ dé: internarme e,1 esta nación. Advirtit':ronnH: que para mayor segur:d·1J me disfrazase de nwrcader árabe; pues loco eur(Jpeos ernn muy mal vistos en toda esa región. No h:iy inconveniente, contesté. Porq1te he de h,1ce:· notar que en nnnto a vestim:.;,1h érarne i11diferente vestirme, aunque fuera de lim– piabotas lOll tal de arrib:1r al pnnto d(; ·ni npcstólica misión. R,snelto a emprender ese camino, me trasíadé a M·1L1111a, población independit~nte y centro de un co11curridísirno mercado de esclavos. Aquí me sorpremlió la g-r:itn visita de dos íntimos amigos europeos, el barón de Mar;r;ic y el señor Visier, con qui('nes pasé en amignhle compañh un p,ir th, días. Co11sultt'~ con ellos mi 1!ltima determinació11. y cerciorado de lo ha,,edero que era la empresa hice una comprn de toda suerte de baratijas qm' sue– len constit1tir una tienda dé' quincalla. VestímP un traje de mercader árn– be; cargué la n!ercancía sobre un jnmentillo y ... a probar fortuna. 8. En (J{ mercado de Lu/trz. Tres dü1s duró el viaje. Pero tan re– noso qlle no acil~rto a explicarme cómo lo pude sufrir. La caravana com– ponía se de unas docenns de jóvenes lo m:L..; insolente y desYergonzado que durse ptwde. No valen en semr,jantes c,:sos imposiciones de ningún lin:ik. y con frecuencia esta prefrnsiún sut>le costar rnrn. No mv qu(•da– b:1 utro partido que sufrir y callar. Yo, o 1 iic;ro, sin poder manifest,11· mi dignidad; cfr,fürno, sin libertad parn 1110-,tr,¡r mi fe; mercmler, si11 Pnten– der palote del oficio; constreñido a una Si\'l'ridml tanto tmís rígida cuanto

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