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Tradt:cción del J\1. R. P. NlarC(,S de Esca,ada 181 :::. El soldado egipcio.-- -Tuve ocfü,ión de observar de cerca la es– tofa de soldados que hay en aquellos incultos pabes. En el trayecto que acabo de referir iba aquel pelotón con tal miedo y ucogimiento que mejor que g,rnrdias eran tímídas mujercillas qi.e por escudo llevab,rn la debili– J¡¡d y cobardía. Mas cuando vieron ll:jai;o el peligro cambiaron de ca– reta, tomó 01da uno un instrumento dl: música y díeron principiq a toda suerte de danzas y juegos obscenos, cometiendo tales des?fueros y bru– tales turpezas que era para desesperarse. Cuanto vil y cobarde había sidci su presencid ante el e1.e111igo otro tanto ahora era su insolencia y arrojo ,~:i el liberti:wje y liviandad. Pero nada tiene de extraño, dado su método de reclutamiei;to e instrucción militar. El soldado del alto Egipto no es müs que uno de tantos e"clavos como abundan en el país. Recluta– do entre los de raza negra a precios viles por algún rico propietario hace serviciu en casa de su stcñor por tiempo indeterminado. Cuando al señor le place véndeselos al gobierno para el mismo fin, arrastrando de esa manern su vida hasta la hora de la vejez. Con semejantes métodos de recluü1111ie11to ¿cómo es posble obtener un cta•rpo de ejército valeroso y esforz:1do? Si a le, menos le dieran suficiente instrucci(m y los retribu– yeran convenientemente, podría esperarse algo de ello:s, pero hasta eso les regatean. El gobil'.rno señala, en verdad, un presupuesto de guerra y desembolsa la cnntidaJ suficiente para mantenimiento del ejército; pero se evaoora entre las manos de los funcionarios sutrnlternos. Al soldado no le tiueda otro remedio que entregarse al robo y al pillaje. a fin de matar el hambre y poder escapar de las garras de la miseria y de la muerte. J. Despob!acic5n del alto E:gipfo. -Buscando la PXplicación al ht'cho dPsolador del abandono del alto Egipto no rnrnentro otrn que la apatía incultura de los gobiernos. Los ¡¡ldeanos dedicados al rnltivo de los campos se ven conti1:uamt 0 1Jte expuestos 11 las rapacidades de la sol– dadesc:1 y de lm, b,1ndas de aventureros que sin rumbo fijo ni medios de vida merodean por aquellos campos robando, rnatrn1do y arrasúndolo todo. Lejos de encolltrar protección en los gobiernos. éstos los explotan con inju,,tas y exorbitantes exacciones y tributos. no permitiéndoles go– zar del fruto de su trabajo y sudores. Fastidiados de tanta vejación hu– yen a los montes y se disprnien a defender ellos mismos lo que la auto– ridad 11i sus semejantes quieren respetar. lfr ahí la explicación dP. la vida salvaje que llevan hoy diversas tríbus y familias en el alto Egipto. Con– trasta t~n verdad ese estado de desolación y salvajismo con el pmlPrío y florecimiento de tit•mpos pasados en esas mismas regiones. Hoy PI Egip– to superior no es otra cosa que un inmenso erial. un campe muy produc– tivo pero enh•ramente abandonado. Unicmnente PI misionero católico ('S quien :1 fuerza de sacrificios podrú reducir aquellas gel!tes a sus pacífirn,, mora<bs. instruyéndolas en las enseñanzas del Evm1gelio. Para todo ('llo se necesih protección de los gobiernos. 4. En Gascín.---Anudando el hilo de mi relación, digo que sin dar cuenta me hall(~ a las puertas de Gasán sito en la falda dr~ u11ii graciosa colina dm1do vista al río Tomat, afluente del río Azul, y no muy distante de Famaqna. Gasün es nn rico ven<::ro de oro sabiamente explotado por

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