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180 Mis treinta y cinco años de Misión en la Alta E,io_pí_a de la acometida de todo enemigo nocturno. Aún te11dré ocasión de refe– rirme repetidas veces en estas mis memorias a esa suerte de honnig,1s muy común en el suelo africano. 3. Camino de>/ Gascin.---Serpenteando en seguimiei.to del sendero, atrave,.;ando villas y doblando colinas, salvm1do precipicios y Gwcüdusos torre::tes, arribamos a Famaqua, después de v,idear el Nilo. Hermoeoo panor:1111a ofrecía la población con sus humildes chozas desparrn111adm– aquí y ,Iilá en graciosos grupos en torno a un pintoresco collado. Sobre su cim 1 levantábase airoso aún el palacio de Mohamed-Aly como lugar de refogio en previsión de algún desastre guerrero. Reposc1mos en Fa– maqtw. partiendo después en dirección al poblado de Kiri, dest:1cn11ento de solcbdos y cabeza de partido de la provincia de Fazoc;I. Me 8!ojé en la rns:1 de comandante de la guarnición, con todas las ate11ciones r:ebi– d8s a un alto enviado del Gobierno, que era la oprnión en que 1m, te– nía11. A la hora de acostarnos ocnrrióme el caso siguienh'.: El 111110 de la casa l'.Jl\ ió aviso a uno de sus sirvientes, dúndole órdenes de h::cer coi:– migo Lis ceremonias de costumbre con que se agas,1jaba11 a los forasteros insignes. En efecto, el ritual acostumbrado consistía en que, después de prepar:1r el lecho, fuese el sirviente desvistiendo al forastero de sus ro– pas y. c1cosiúndole cuidadosamente en el lecho, le arrullase suancmente hasta ckjarle enteramente dormido: Cortesla musulmana qui~ t:'11cie1Ta un abismo de corrupción. Mi ida a Kiri 110 tenía otro objeto que enterarn1e del G1111i110 müs cor'.o y seguro de llegar a los pueblos gnllas. punto de mi apostólica Misión, y de donde la malicia de los hcm1bres me tenía iile– jado lucía müs de m; lw,tro. Después de varias pesquisas e indagaciones determiné seguir el viaje hasta Gasán, y de aquí a Famaqua. cabezi1 fronteriza del país galla. CAPITULO vm VIAJE A GASAN 1. Rebczrzos de elej'antes.--Cada senrnna partía una cma\·a1w en dirección a Gasan escoltada por una fuerte cornpai'iía de soldado;,. Pue– blos indómitos y salvajes hacían de cwrndo en cuando sns correrías por el país y devastaban cuanto encontraban al paso, de ahí la necesidad de precan,rse contra inesperadas acometidas. A ellos me incorpor0 y em– prendí la marcha bajo la égida del pelotón de fuerza y con la confianza en Dio,;. Restos y esqueletos humanos esparcidos al borde del camino auguraban el grave riesgo a que íbamos expuestos. No lejos de nosotros aparecían de cuando en cuando numerosos rebafios de elefantes que en tranquila posesión pastaban por aquellas llanuras, desgajando árboles e infundiendo pavor en los trnnseuntes, los cuales a fin de ahuyentarlos snelen disparar sus armas de fuego, alejando el temor de inesperado per– cance.

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