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Tr:idt,cci(Ji: del :.l. i<. P. ¡\larcos de Esc:ilada 17\J S,íbí de nuevo a la barca, doblando con precaución los innumer:,bles re– C(dos y caprichosas vueltas dd río, y, burlando el 11cecho de lo,, voraces cnco lr¡:,y, que infe;,bbun aqtwl trecho, pasé dr, lurgo la miti¡r,irn ciudad St:iu«r, p¡i111er:1 c1pitcd del n:ino de su ,ombre, sustituíd:1 a la s:,zón por K,irtum. Aun co111,erv,1ba alguna sombra ele grandeza, resiclia en ella un ';lior. y rnntaba unos diez mil trnbiürnfrs. A los pocos dhls arri- ,s a f{u,;eras. peque1l:1 población a la derecha dr'l Nilo, di:-,1°minada entre grupo,c; de graciosas y esbeltas p,ilmeras, por la falda de turn pintore.",rn colina. El cauce del río se hace invadeable a c¡¡usa de un l'.IJ<)rJIW peílc1sco que corta transversalmente las aguas, desp<'liúndolm; ,'11 u11;1 \·istosísima cascada. Cambié. de rnta y me encaminé p(,r tierra cu,1 rnmhu a Fannqua en compaíHa de un grupo dt' mercaderes pruceden– t1,s dt' E>1rtum. que trnficabm1 en nrroz, cere:iles, café y sal. Di\isúba"e ,1 1u10 s otro lado rll:I camino hermoso panorama cuajado de éhan(l,. fuen– t,, d,' riqm··:a p:ira :,qttell:1 regi(m. A la caílla de la tardl', y al hl,rde del c1111i110, topamos con una críshlina fuente junto a las ruinas c'e u11 pobla– do, que nos inviüih:i a pnsm la nod1e al abrigo de sus viejos muros; pero fttt', tal el pavor que c;entimos al ver correr por entre sus escombros y m:itui-rnles de zarzas y abrojos infinidad de serpientes y otras dañosas sah:rndijas, que huímos a tolla prisa, renunciando el tranquilo rep(lso que nos ofn:da aquel dermído y destartalado paraje. Son numerosa"' y fre– cm:ntvs en estos terrenos las serpientes de todo género y magnitud. La bo,1 alcanza a veces una longitud de dos metros con el grosor correspon– diente :d brazo de un hombre; el úspid, mús pequeño y corto, pern de un V<~1H~110 muy activo. Son temibles en estas ti.:rras, sobre todo por las circunsbncias d'.:'.I excesivo calor que desarrolla vivamente la mus leve picadura. 2. Memorable aventura de las lwmzigas. -La noche se echaba encima, y era preciso dar reposo a nuestros miembros fatigados. Elegi– n1os un campo abierto desprovisto de todo humano auxilio y con la bóve– da del firmamento por toda cubierta. Mis familiares tendieron su piel y, acostúndose en ella, durmieron tranquilamente. También yo preparé mi ll:.cho, hice las acostumbradas oraciones de la noche, encornend{é mi alma al Se11or, y me acosté: sentía cansancio, y, aunque en duro lechlí. dormí profundamente gran parte de la noche. Al despertar sentí tm1 \'Í\'a co– mezón por todo mi cuerpo, que me veía enloquecer. Parecíarne :salir de un il:cho erizado de punzü11tes agujas o de una viva hoguera dv abrasa– doras llam:is. ¡Cuál no seria mi asombro al ver, a la rnoribundu luz de una cerilla, un verdadero enjambn· dl" hormigas, que cebándose sin pie– d:1d en mis carne" me acribillaban por tod:is p:irt,,s! Comencé a ~,:1cudir- 111e. pero el remedio ern peor que la enfern1edad; porque viéndose per– :-,1,guid'1S bullían en toJas direcciones. causü1Hlo111t:: ta11 viva picaz<m, que ern ¡nrn d.:.sc>s¡wrars1'.. 1Vle dejaron el lecho de piel v a todo mi 1·uerpo como una crih'L A las delllús pi(:lc:s 110 las acometieron. porque seg;ún pude :1\·erigtwr, los indígenas se previe:ien a tir:mpo. preparando h1s píeh·s 1 \e \'i.1je co,1 u rn unhra de cierto aceite repugnante por su vivo ulor a toda clase ch'. im,ectos, y jamüs tienden su lecho sobre el sm,lo hú– medo y [n,sco: con tales prernucio11es, por llli ig11ornchls. se ven ti:in·s

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