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14 Mis treinta y cinco años de Misión en la Alta Etiopía Y aquí quiero hacer ua a declaración y rendir un tributo de sincero agradecimien to. El ilustre Caballero, amigo mío, Sr. D. Antonio D' Ab– badie ha querido añadir ahora, a las muchas y grandes muestras de afecto que me ha dado, otra muy singular, diseñándome los mapas geográficos para esta mi ob ra, aun encontrándose ya en la más avanzada edad, en la cual seguramente le había de ser muy penoso hacerlo. Además del valor que dará a mi obra este señalado favor, siendo él príncipe de los geógra– fos, singularmente de esta parte del Africa, hará una grata impresión en el ánimo del público el ver unido el trabajo del Misionero de los Gallas al del que propuso la fundación de la Misión, y dió después ánimos al autor para que escribi ese su historia. Permítame, pues, mi queridísimo irn1igo, este grato recuerdo y tan merecido elogio . Por tanto, los mapas geográficos que inín en cada volumen, como escritos por un geógrafo francés, llevarán nomenclatura francesa con ortografía propia de su len– gua, mientras que yo en el texto sigo la italiana; pero esto no será oca– sión de fastidio a los lectores, ya porque gran número de nombres se escriben de la misma manera en las dos lenguas, ya también porque el fran cés es hoy muy conocido en toda Italia. Respecto a las ciencias 11aturales y experimentales, debo hacer obser– var que yo no podía ocupa rme de ellas exprofeso, porque no era ningún explorador que fuese allá sólo para cultivar y ampliar los descubrimien– tos científicos, sino un misionero de Jesucristo, enviado a aquellos países para lleva r allí la luz de la fe y difundir la religión cristiana del Evange– lio. Me excusarán, pues, mis lectores, si no me ocupo de esas ciencias y estudios más que incidentalmente; porque el apostolado y el estudio exclusivo de las ciencias natura les, sobre todo en aquellos países, serían más que suficientes cada uno de por sí para absorber todas las facultades de un hombre, y no podría atender debidamen te a lo uno sin detrimento de lo otro; por lo que, en mi concepto, el engolfarse exclusivamente en estudios que, aunque útiles y de importancia, no caen, sin embargo, bajo el fin del misionero católico, sería una especie de traición a Dios, a la Iglesia y a las almas; y esto es lo que de corazón repruebo y abomino. En los primeros años de mi permanencia en Abisinia, no pudiendo ejercer mucho mi espiritual ministerio a causa de no poseer las lenguas indígenas, me ocupé de estas ciencias, recogiendo nótas y observaciones interesan tes, sobre todo de historia natural, y en este trabajo toco algum1 vez aqt:í y allá, cuando me viene a cuenta y la memoria me ayuda, estas ciencias; pero protesto no ser mi intención hablar como sabio y en tendi do sino mús bien como aficionado a semejantes ciencias o cosas. En los cá lcu– los sobre la altura, longitud y latitud, etc., mis asertos no son miis que aproximados; pues no sólo 110 tenía instrumentos necesarios para esto, sino ni úan muchas veces mapas geográficos. Les parecerá tal vez curioso a mis lectores y acaso extraño que me haya ocupado en la Medicina y Cirugía; y sin embargo, estos actos de caridad fueron los que me abri eron camino, y me aprox imaron a aquell as gentes ca utivándome su benevolencia. Allí no hay médicos ni cirujanos, sino sólo algunos magos, que pretenden curar müs con signos y objetos supersticiosos, que con los verdaderos remed ios que dan la ciencia y la naturaleza. Comprendí, pues. la necesidfld; y recordando lo que teórica

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