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Traducción del i\1. R. P. 1\1arcos de Escalada 171 sacudir la w em1, pero se11tí ta11 enorme peso que creí quedar allí estru– ):Jdo; hice u11 supremo esfuerzo y me libré de aquella gruesa capa, que empeZ'.llrn a enterrarme vivo. Aprendí a mi costa, y en adelirnte 110 eché e11 s:ico roio lo\ sallllbbles consejos de los camelleros. Est(~n ayísados uw11tos lrn1 de vi,,j:1r por el desierto, y no se fíen de sus natur:iles ener– gía:o. purq1ie se (:xpo11en temerari,11nente a perecer sin remedio. como aco11teció a una compa11ía de soldados del Egipto que, confiados e11 su \'llor y ftL'.rZ'.ls todos perecieron, bajo u11a nube de arena. \'einte minu tos dmú la tempestad, y despejado el cielo \'Í co11 asombro qiw gran p:1rte del equipaje había queJrido enterrndo más de dos palmos . .'!. Aridez d,1 esus lugares. --No hay necesidad de enrarecer la btir,;o.~:i ,iridez del desierto, que por s1 mi-;ma salta a la vista. Pero, porque del dicho al hecho hay grn11 trecho, 110 es de mcnospre,.·i,1r lu ayuda de expertos guías, salvaguardia y tutelci del viajero. ~in u,t' auxilio la vida está en tt:1 hilo, y nada tendrá de ext1 aíio (br, ,1 io menos pl'JJSado, con lu boca el,,¡ sepulcro, Después del percance que dejo refe– rido, encontré fúcil explicación al frecuente~ encuentro de restos lrnmanos y de esq11eletos de animales; enrn las víctimas de las lmrncanadus bo– rrascas del desierto que se desatan en copiosas lluvins torrenci,des de arena. En l'.I desierto 110 so11 de temer las fieras 11i los ladrones; unos y otras huyen de aquel terre1w mísero en inlrnbitablP. Lo que hay q11e te– mer, y de lo que debe bien precaverse el VÜJjero, es de los hurau1nes y tempestades que se desencadenan impo11entes en la inmensidad de aque !los campos de polvo. Al cabo de u11 par de días vislumbramos é' larga disbncia un oasis, único pu11to de solaz en medio de ta11ta aridez. El par de arbustos que le adornaban dábanos la placentera idea de u1rn fresca alameda, que la Providencia nos deparaba para reposo del ü11imu. Lis dos familias moradoras de aquel solitario lugar residían en una ¡-obrbi– ma choza hlccha de mimbres y una gran piel de varn por tollo entari– mado. Dediuíbam,e a !iJ recría de ganado de cabras y carnell.is . cuya leche utilizaban p:mi su sustento y el de los vhjeros q~It' a su puerta lleg,iban (1). 4. Erz Berber: altivez del goberrzador. Jade:rntes y maltrechos. trns larga y penosa travesía, tocamos a Berber, punto de concentración de las caravanas del desierto, de suave y apacible clinrn, de vigo1 osa y lozana vegetación, que a la sazón engalanaba primorosa111enhc la flore– cie11te prinnvera. Busqué alojamiento en la única fonda que lrnbJ:1 si así se puede llamar una pobrísima choza desprovista de todo humano servi– cio. Pero ni aun aquí tuve la suerte de descam,:ir tra1quila111enü 0 ; por– que a l2.s pocas horas fui requerido por un agente del gobernador, qLw n:e intimaba la presentaci(1n de mis credencia¡es en el gobierno civil. All,í me presenté en pos del paje de guardia ocupando un asiento en lll sala de visitas. Hallé al gobernador muy ocupado y entretenido en el (1) E~ la ff'L'IH' 1lt' (_'Hfllella 11111,r parpeida a la de la n ~11a, y se la uLliza a vc-ers como t\f._ e:iz 11w,rr.;nn. :\lli la u:--a11 de ali111Pnlo diario y easi único. Es drlgada, :;11slnneio~a y a1,11Ca• rada. T1PHP adr-mü:-; la pror•iedad dt• --rr,·11· dP signo sag-rado en In lituq.da mt1sulmn11a. y t•n ,•stt• -.;pulido li1•11t' la hendicion de :\lúltoma. El pl'inH•1· aelo rP-ligio:-,o que haef•n lo~ quP ahrazan 1•1 i:--ln111i:-.mo 1•:-; lonwr 1111 ,·a~o de lt•ehr tiP earnrlln.

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