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CAPÍTULO \' EN EL DESIERTO 1. !11stinto wlmirable del camello. Ya e"tamos en camino. ;\lis cu!llpañeros de viaje son: El jefe o dueño de los cmnellos. un hijo suyo y mi famili:ir. Al cibo de u11 corto trecho el camino se bifurca; uno de sus ramales conduce din,cto al rio Nilo, mientras que el otro se dirige al desit'rto. Tonrnmus és.e ofreciendo por mi parte a Dios, en un acto de resig11af'ión, los sudores y fatig,is que se echaban encima. Aun esta– b,1 en este piadoso p.. 'nswnit'.11to mando inopinadamente siento el p• i .ner co11tr,1tielllpo: uno de los ec1111ellos r:clwse a tierra y se niega en absoluto a dar un paso. La primera idea me desconcertó, no así al camellero, que sin dar se11ales de enfado ni de disgusto, dice tranquilamente al criad,. ,, Vut'.lvele. muclrncho, a la fut>nte, y que bebi, cw,nto lrn menes– ter;,. Condúcelo en efecto. al pilón, embolsa el anim,1I todo ei caudal de agua necesario pum varios días. y sin otro incidente continuó imper– térrito su camino. Ll'S camellos, me dice el dueño. tie11en un i11tinto muy especial: al emprender un viaje les llevamos siempre al agua y les hacemos una sefial determinada en co11forrnid,1d con la distancia de camino que lwbnín de n,L'.OITl'r. Esta maílana el camello 110 entendió la convenida se11al y no bebió todo lo que en el viajt' había menestt,r; al ver ahora la penuria que había de sufrir, se echó en tierra en Sl,ñal de proil 0 sü1. ne– gúmlose a seguir. Y a fe que no le faltaba raz(,n. Porque aquel dtsicrto es de lo nHís ürido, abrasador y estéril que imaginar se pm'(Ü'. A partir de las rib,'.ras del Nilo úbrese un inmE:nso horizonte sin quiebras 11i coli– nas de 11i11gu111¡ especie; arenoso, ardiente, silenciosamente solitario y desprovisto de todo hmrn1110 atractivo. ¡(,¿ué triste y qw: aplanador es el viaje por el desierto en semejantes condiciones!, y el sol descargnndo sus rayos justicieros sobre las desamparadas espaldas del viajero. Con– fieso ingemrnmente que el alma se nv: ve11ia a los pies y las fuerzas me faltaban sensiblemente por momenws. Solanwnte bJ fe era mi sustento en aquellas largas horas de Cdlllino. No sé lo que dirá este conjunto de aterrndoras circunstancias a los ojos del mundo, pero. a mi parecer, t'I desierto debe ser para él una pesadilla horrible y desesperante. Como quiera que sea \'\l.Y a hacer algunas indicaciones provecho– Séis para los que hayan de hallarse en semejantes trances: Lo primero que debe hacer el que viaja por el desierto, es conservar y guardar bien la provisión de ,1gua potable, si no quiere exponerse a perecer
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