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;\lis treinta y cinco años de ,\\isión en la Al a Elir,¡, ía frutando del consolador ambiente de piedad religiosa que envol\'ía a aquella floreciente crisfon1dad. Era gra11derne11te de alabar el apm,tólico celo ct,~ ,qt;el buen misionero, y aun más gra11des sus dest:os de con\'er– tirlos a todos a la fe ca'.ólirn, y muy afürnzad:1s sus espera1,zas. Asegu– níbame que el pueblo copto en lll' sa \'Olvería al se1:o de la Iglesia C\1- tólica :,ólo con qlle 1 ma potencia eL1ropea pruteg;il:;,e al Misionero. ;'-;o quiero negar en absoluto la eficacia de esa protección externa de h1s na– cio11es en la obra de la conversión a la fe; lo que pongo muy en duda es la si1,ceridad y constancia de ec,as generales conversiones de los pue– blos. Acontece cou frecuencia en se111ejantes transformaciones engloba– das, que l.1 gran masa del pueblo \'a inconsciente, arn strada por sus jefes que ven en ello el intert'.S y bienestar de la patria, y ahí esüí todo. l\:o h:1y qt1e echar en olvido por otrn parte la índole G,racterística de los ori1'11Ldes. que en punto a ideas religiosas. sobre todo, son sumamente volubl,·s e inco11stuntes, y a la menor contrariedad vnelven a las ,,nda– rbs. La perfidia lwrdica rc~bajó el ni\'el del sentimiento religioso, y le ,icostum')r(n 110 1Jir u:1 p:ho sino es por el móvil dd init~rés matL'riaL A su inteligencia poco o nada significan las sublinws verdades de la rdigión; las abrazarú siempre que vea en ello esperanza de lucro o de bienestnr privado; pero no esper{,is mudanza en las costumbres ... Aun hay otra razón en pro de lo qne voy diciendo; y es que sintiendo insoportable. la carga de tributos exigida por sus prelados tienden la mano a la Iglesia Católica, y apure11ta11 nna conversión que estú muy kjos de ser sincera; por el más ligero viento de 1m1da11za política o mejoramiPnto de fortuna, abandonan la fl, católica con la misma ligereza con que poco antes la seda lwrdirn. No obstm1te la Iglesia Cat9lica jamús desecha por ese il'mor las conversiones de los herejl'.S e infiell'.S; porque, aparte de ser ello prueba palpnble de que solo aquí se encuentra la verdadera fe, siem– pn· traen algtin bie'1 y consiguen la salvación de un alnrn, que. e mfor· t:1da con los Santos Sacranwntos, vuela dichosa al bien de la dicha eterna. ,!, f:'11 fforusclw.-De otro tirón abordarnos en la pequeña pobía– ción de Koroscko, pt111to de con\·ergencia de los barcos veleros del Cairo y de l:1s caravan,is de Berber. Nmia interesante me ocurrió en ,'ste viaje, si no es su pesada 11101,01011ía, el ir y venir de los cocodrilos. la i11st''.l,llridad del viento y ot: as mil cos:is por el estilo. Atravesé la catarata de Koroscko, y e11 breve dí \'ista 1d pueblecito, cuyo nombre no recrn;rdo. t(;rrnino de mi contrntado viajl,. En presencia de la auto– rid:1d civil resolvimos t>l contrnto p,1g,111do el coste del p,1s,1je y tornan– do los barqueros a sn d('.Stino de partida. No era este el punto dt' mi descanso, sino que t~rame preci:oo contratar otra caravmrn qde me lle, vara al Alto Egipto. Dos caminos conducían a ese punto; el del l\:ilo y el del desit'rto: entenido rni11t1ciosamente d;, las \'entajas e inconvenien– tes de 11 o y otro, escogí el sr>glll1du. Contratt'.'• l:1s person:1s que me ha– bían de acompafiar con sus c1mellos para el equip 0 1jt>. y nw dispuse para la partida.
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