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CAPITULO 111 CONTINUA LA RELACION DE LA VISITA AL MONASTERIO 1. Compra de comestibles.--No echaron los monjes en saco roto la promesa que les hice de una comida extraord:naria. y, habida ocasión, me avisaron e instaron a que no la desperdiciase. Decidido a cumplir lo prometido, compré por el precio de unas ochenta pesetas varios cabritos y buen número de quesos, las botellas correspondientes y cuanto consti– tuye un opiparo convite. Mi objeto principal era distrner el ánimo de los monjes, a fin de conseguir sin aprietos el intento del rescate de Miguel Angel, y observar de cerca la vida y costumbres de aquellos cenobitas herejes. Entretanto se echó encima el domingo y era preciso asistir a Misa. He aquí un reflejo de sus ceremonias. Celebrábase la Misa en rito copto. entremezclando el canto acompañado del toque de cascabeles y sonajas. únicos instrumentos musicos usados por ellos. Asistían todos en pie y con el báculo en mano a estilo de los hebreos. Al final de la Misa toca– ron a distribuir los panecillos que son rúbrica en semejantes casos; oíd,1 la señal, como movidos por un resorte, dejaron caer a tierra sus báculos y a toda prisa se acercaron al altar a recibir el par de panecillos que a cada uno correspondía. Inmediatamente iban soliendo de la iglesia, don– de cada cual daba pasaporte a su suerte: Unos los vendían, oiros los cambiaban por diversos objetos, y no faltaba quien con buen apetito iba– los embaulando en su estómago. Aprovechando la circunstancia compré unos treinta; pues ya dejo consignado que eran de agradable sabor y muy apetecibles. 2. En el refectorio .. -Los lazos de intimidad con los monjes se es– trechaban más y más, y, con tal pretexto, les dije que con sumo gusto sería su comensal. Era la pieza del refectorio, como dejo dicha, larga y estrecha con una sola mesa de alabastro en la línea del centro, colocán– dose los monjes por ambos lados y de cara unos a otros. El servicio de cada uno consistía en cuchara, tenedor, una botella de agua, un vaso de vino y una escudilla. Sentábanse en grupos de a diez con su presidente. el cual hacía los honores a sus subalternos sirviéndoles sopa, carne y un panecil10; los miércoles y viernes en vez de carne, tomaban un plato de habas o lentejas. Jamás ví bendecir la mesa ni dar gracias después de comer; únicamente se santiguaban al empezar, y en la comida charlaban Jesmesuradamente, terminando muchas veces por disputar y gritar como

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