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Traducción del ;\l. R. P. Marcos de Escalada 163 dujernn :1 ella p:1ra ver por mis propios ojos el grato recuerdo del Santo patriarca. Brotaba en verdad abundante el ugua de entre una inquieta capa d2 a,-e,w d.~sp:u-ram:.1d:1 e,1 diversas venas. Su rico caudal abastecía des,1hogada111enit~ al ,\101iasterio a cuyas dependencias era conducida me– diante se.1cill,1 tuberÍ'.J. Viéndola fresrn y cristalina llené un vaso para b('ber, pero m,~ rode'mm inopinadamente todos los monjes disuactit"ndome con ge,-,tos y p:ilabras de que no hiciera tal disparate porque infalible– mente me h:iría driílo. ,;De. q11l' agll'i b:~·Jl~is ento1h.e~ los monjes?, les pregunté admirado. -D,'. esa misma, me .:ontest:iron; pero la mezclamos u11tes co11 u11a medicina, y al cabo de tres días la bebemos. --\' sin cs·1 rne,cla ¿qnt'. efectos produce? ToJo el qu. la beln sin es:1 medicin:1 vendrá nrny pronto n afomi- 11arse. Sospechando algnna di:1búlica trama, corté el hilo del disrnr,,u y e;,– per(, mejor oportu11Lhd para pedir explicaciún del misterioso ,,ecreto, que no tard<, e11 saber de boca de Miguel Angel; pero es ello tan absur– do y uhsceno, (]!le la plum:1 S(é resiste a consignarlo. Escuché así mismo dt' labios de este joven una sarta de historietas ridículas e inmondes qne C(Jrrían e11tre. !,)S monjes; 1111a de las cuales hacía pasar al bendito San Antonio por autor de esi, extrnfia virtud que ellos atribuían al agua, con e! fin, dlccían. de que ~us munjc:s hnyesen el trato con mujeres. ¡Pobre San A11to11io!, dt,cía yo para mis botones. j(Jlll' papel tan poco di/4"110 te obligan a hacer esto,; des,'..;rnciados, que mejor se llamarían hijus d,· l:1 Pt>11túpolis! Como poco desput'S pude observar, esa misteriosa medicinu no er, otra cos:1 t¡lle ciertos polvos de baja ley suministrados en el C:iiro por uno de los santones musulmanes, cuya tínica eficacia estrib:1b:1 en exci– tar la concupiscencia, conservando (:¡ hervilr de la pasión jnveni 1: traz:1. en \'erdad, diabólica, encaminada 1í11iG1mente al fomento d¡,I vici<•. arran– cando de owjo tudo afc,cto a la virtud santa de la pureza. ¡Qut' esp:111- t<iso contraste! En el camino baldío de la Abisinia advertí una s:ilmüible corriente lucia el ideal de la pureza evang(,Jica, y lo.s jóvenes bu:;c:111 con a\·idez medicinas y remedios parn conservi,rse castos: y aquí. t·n el Monasterio, de San Antonio. que debía ser plantel místico dt' blancas azucenas, andan a caza dt> medicamentos para conservar y fome11tar el ímpetu ciego de la pasión evitando l,1 esterilidad. No lejos del Monasterio de S:rn Pablo brotaba otra fuente de pare– cida virtud, que no pude ver por premuras del tiempo; pero su origen c;e atribuía, por los monjes, a las súplicas del anacoreta San Pablo. Dudo si en lwclio de verdad así fuera. Pero lo que no se puede poner en tela de juicio es que la Providenci:1 veló con especial ernpefío por aquellas abrup– tas mo11tafías haciendo brotar en sus ernpi11:1das cunóres esas dus fuen tes para solaz de la naturaleza y recreo de sus solitarios rnoradures.

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