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. !raduc_ción_d~ M. R. P. Marcos de Esc_¡il_a~-8:.--------· 161 ciencia se encerraba en un dedal, y no sabía otra cosa que leer y eso malamente, pero nada teníH de extraño, pues los mismos obispos y el patriarcél 110 lél entendían. Al entrar en la biblioteca el 11lma se me cayó a los pies. Es la biblio– teca lo que el termómetro pera la temperatura, que señala el grado de cultura de un pueblo o de una corporación, y la de este Monasterio se hélllabél en eshldo téln deplorable, que a ojos vistas denunciaba el béljo nivel de ilustración de sus moradores. Todo su caudéll se redu– CÍE él cuatro o cinco canastas de libros y papeles hacinados sin orden ni concierto, y con una gruesa capa de polvo que daba miedo mirarlos. Eché nrnno a algunos, y por lo que pude observar, eran en su mayoría pergaminos árabes y coptos y algún que otro ritual. Quizas entre ellos se ocultaran p, eciosidades de que no pude cerciorarme. Subí por fin al torreón. Su endeble construcción parece denunciar poca solidez, pero no es llSÍ. Es capaz dP resistir la intemperie de mu– chos siglos y la acometida de furiosos guerreros, que para todo eso sir– ,,e, y es el último y más seguro baluarte en las incursiones de bandole– ros que desgraciadamente no escasean en el país. Comunica con el Mo– nasterio por cuatro puentes levadizos, y es el punto más fuerte de de– fensa del Monastario. ~l. Cena!/ confesión de Miguel Angel.-En reconocimiento de tan– tas atenciones les dije era mi deseo obsequiarles con una comida extra– ordinaria y algunas botellas de licores, rogündoles me indicasen el medio de proveerme de ello. Hice este ofrecimiento, porque me percate muy pronto de su flaco que era la sensualidad. De aguardiente podéis prove-=ros de nue~tro procurador, me con– testaron a coro ·-Pues bien, mañana a la hora del desayuno os haré el primer obse– quio. Cent': frugalmente un poco de pm1, uvas y dütiles, rehusando el plato de macarrones que me presentaron (que, a la verdad, no eran n la napolitana), c:011 la excusa de penitencia de todo peregrino en ta!Ps casos. Durante la ce11a el joven 1'vliguel Angel que asistía, dióme a entendl'r t"! gran :.ieseo que sentía de desahogarse abriendo las puertas de su coi a– zór, en sincen1 y min11ciosu confesión de su vida; pero se imponü, !,: re– serv,J en el modo de proctcdt,r en tan t'spinoso Hs11nto. Nos citamos ¡;;,ra un lugi1r oculto del jardín a ho1 a intempestiva de la noche cuando los monjes se hallarnn sorprendidos por el sueño. Al t·fecto, pasado m1 buen nito de recreo en compafüa de los mo11j(,S me retin, a la habitación ½O pretexto de descansar, y a ;ilh•s horas de la noche, cuando los monjPs roncaban y dormían a placer, el bueno de Migm·l Angel, dúndome calla– do aviso, me condujo a lo mús retirado del jardín y postrado a mis pit>s hizo una sincera confesión de su vida; ¡pobrecillo!, al levantars,~ me dijo sentía una alegría y consuelo tan profundo que no sabía cómo expresar– lo. Echamos planes sobre nuestra próxima huída, y tornando a la habita– ción descansamos lo restante de la noche (1). (l) Ln Co11111nitlad d(• Jo,; )lonjl'.' d1•! :\ioun-.lt>rio d1• ..-n.n .\nlonio, t'll la .\hhdnin, ;,;1'g111a la lw1cj1n d1· E11! qut•s o .::\Io11o~ifili~1110, :--:alddo t>:s: la P\l'PJ1111nnl infln1·11cla q(w l11Yit•ro11 Jq~ 111011j{':-i Pll l'i 111anlenirn1fnlo y prop;1g:H',1 JJ de t':.:.a c1a .:u1 ht>1'.1j1a. F11l111inando cnul1a IJ

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