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Traducción del ,\l. R. f. ,\\arcos de Escalada 1.59 de S2n Antonio y San Pablc; se levantan en las opuestas vertientes de la pintoresca montafia, 11Iudos recuerdos de su grandeza pasada; porque hoy Iio son sino pestilentes cadáveres arrz,jados en medio de la soledad del desierto: cosa así como las célebres pirámides egipcias. prn1teón de regio;-, hnesos de-;carnados confundidns con el pol\'O de lc1s miserias hu– manas. Siglos atrás estos dos i\1011,u,terios flleron semilleros de santos y esclarecidos varones que al presente se ven troec1dos en pozos de p,,dre– dumbre y corrnpción. Las lores de virtudes que allí florecieron se mar– chitaro 1. siendo supli,ntadas por cornnnp¡dos troncos de execrnbles vi– cios. ¡anwrgo fruto de la herejía que hasta en el suntuario mismo dejó Céler si: i1im1inda baba! Desde la vertiente divis:imos la silueta del ,\\onasterio; nwgnífico cuadrilátero abierto en su lado superior por donde parecía erguirse la cumbre del monte. En el interior de ese cu:.1drilútero se alza otro se1]1(~– jante y paralelo al primero y en el centro de mnbos un grueso torreón. La altura dd muro exterior es de seis metros v su construcción es de barro pisonado y sin puerta alguna de ingreso.- haciendo sus veces un hueco de form,1 arqueada, a guisa de pórticn, y rematando en sólido to– rreón, el hueco abierto en el intradós del arco era la única entrada a aquel célebre Monasterio. N'.ldr1 tendría de extraño que cualquier visi– tante ,11 encontrarse con E:I grueso del muro cerrado en todas direcciones. preguntara como yo pregunté: ¿Y la entrada? -- I-Iela aquí. me dicen señalando con el dedo el referido hueco del arco; en efecto, una gnH'S,I maroma arroll8da por su extremo superior ,1 un cilindro, y sujetando p<,r el otro un corto madero. era el caballete sobre el cual había que mrn;tar para hacer la subida y entrar en el vetusto cenobio. G. El Monasterio. -Henos ya sobre el grueso murallón que guard,1 el vetusto y severo recinto monacal, cuya perspectiva gozamos de un golpe de vista desde aquella atalaya. La robusta y sólida murall,1 de unos cuatro metros de grosor deja en su cima ancho espacio para un có– modo paseo que los monjes utilizan frecuentemente. Por una estrecha escalera bajamos al patio en cuyo derredor tienen asiento las hnbitaciones mo1rncales. A uno de los costados se dibuj,1 la la forma externa Je la capilla, cuyo atrio sirve de sala de recibo donde saludt~ al superior mostründole mis docunH-,1,tos de identifiGJción que él miró y leyó con paciencia y calma mo1wcal dejando entreverar su pro– funda satisfación por las notables reconw11dr,cio1;es de los altos persona– jes cuyas firmas veía allí estampadas. No tardaron en darse cuenta de esa buena nueva algunos de los monjes que en los ángulos de los claus– tros observaban sigilosamente todo c11crnto e,-taba acon·eciendo, y ex– tendiéndose como corriente eléctrica w¡uellH s:1tisfocción vime rodeado. en un abrir y cerrar de ojos, d': casi todos los monjes. quienes a porfü1 me asediaban a preguntas de todo li1rnje cual si de largo tiemro nos unieran apretados lazos de íntima amisfod. No eché en olvido el principal objeto de mi visita, que ern librar ele la escla\'itud afrentosa en que yacía el jo\·e11 J\\iguel Angel. pretextando dificulbid en el dominio de la lengua. indiqué me expresaría mejor en italiano. y al instante me presentaron al jo\"en Miguel Angel: diciéndo-
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