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J.58 Mis treinta y cinco af:os de Misión en la Al:a Etior ía l:,atir sus émulos, y g;ranje¡,rse prosperidad material. Patente está el ejemplo de los turcos. Esclavizan al clero, y por medio de éste al pueblo en masa. He ahí Li base de las grandes dificultade,., con que se tropieza en la conversión de los herejes. 1Vlie11tras la auroridad religinsa esté so· metida a la civil, no hay que esperar grandes resultados. Rusia es otro botón de muestra de cwrnto yoy diciendo, y no quier0 recordar el Jose– finismo de Austria. las leyes de Tmrnuci en Nápolt.s y los artículos Or– gánicos de Napoleón, el Li!:;erc1lismo moderno con sus principios cesa· ristm,. al proclamar como inconcuso axio1w1: Li lglesi I libre en el Estado libre, 110 tiene otra mira que ést,1, esclavizar a la J,~!esia procla· mando la supremacía absoluta del Estado. · .J.. Curiosas obseruaciones.-A11udando el hilo de la historia. digo. que curh; la crn1ver:,,;cit'l11. y echa11Jo un clavo c1 la rueda de la fortuna. me acostt'. p'.lrn descansar. pern no pude prender los ojos. porque ,Jquel diablejo de rnu11je persistía, a pesar de todo. en su tc,rea de juegos inde– centes, armando tal bulla y escándalo. que era para desespen1rse; pocas palabras pude co111pre11der de lo q11e d(:cía, porque, como dejo dicho. desconocía su idioma; pern e11te11dí una de las ven~s que en el 1\1onaste– rio 110 había hombres sino mujeres; gra11de fué mi aclmiración y extrn11e– za por tratarse de Monasterio tan venerado. Hice no obstante oídos de mercader y dejé correr l,1 bola hasta más propicia ocasión de enterarnw. que no tardú t'.n llegar, pues el jove11 Miguel Angel a quien yo iba :1 rescatar, me dió cumplidas explicaciones lle ello, pero es el asunto de tan horrible y asqueante sabor, que la pluma terrece describirlo. ¡qnt", monstruosos estragos ha caus:1do la herejía de consuno con el islamismo en la moralidad de t,sos cristianos! Viene aquí de perlas la profunda que– ja del Apóstol de que algunos habían pervertido el sentido iibusando horriblemente de su sexo. Rayó por fin el alba y emprendimos la marcha. Al atardecer divisa– mos la mont:u1a ele San Antonio. Pero un raro fenómeno llamó podero•·a– mente mi atención: Halléme en un ancho campo de arena; los rayos de sol herían sin piedad toda aquella inmensa superficie, sin vestigio ni rastro de fuentes ni riachuelos que la fecundasen, la lluvia, por otra parte era rara. y, no obstante, abundan las verdes palmeras y cubría todo el suelo una exuberante vegetación. ¿Qué raro fenómeno era aqnél? Después de muchas hipótesis, vine a esta conclusión: Hay ciertas capas de tierra que tienen una acción absorbente de los vapores atmosféricos. los cuales fecundando la superficie la alfombran de verde yerba; en con– confirmación de esto hice cavar en diversos puntos y advertí que a flor de tierra la arena se conservaba htímeda. lo cual me ratificó en mi opi– nión. 5. La morztaíía de Sarz Arztorzio.--En medio de un mar inmenso de arena, cual apetecido oasis, se 'evanta airosa y atrevida una soberbia montaña vestida de exuberante vegetación; de sus entrañas brota una cristalina fuente, cuyas aguas, deslizándose por la superficie, fecundan aquel árido suelo, tornándolo grato y delicioso, y apagan la sed de los moradores cenobitas, que, cual audaces águilas, pusieron el nido de su vivienda en la empinada cresta del histórico monte. Los dos Mor:asterios
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