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Traducción de. M. R. P. A\arcos de Escalada noticia de la fiera persecución desencadenada contra mis padres m1s10- neros. ffallábame en París recogido en mi habitación del hospital de San Jmm de Dios, cuando se me avisa de 11na visita inesperada: el marqués de Prignole-Sale, uno de los más conspicuos diplomáticos del Piamonte en el reinado de Carlos Alberto e íntimo amigo mío desde los dias de mi residencia en Moncalieri cuando me dedicaba a la educación de los in– fantes y del príncipe de Saboya, heredero del trono, vino a estrecharme la mano a la vuelta de tantos acontecimientos. Teníanle alejado de los azares de la política hacía ya varios años los revolucionarios manejos de la masonería, y 110 hay para que decir que su visita me fué en extremo grata; lo que me llenó de amargura fllt' la infausta noticia de la persecu– ción suscitada contra mis padres 1\1isioneros. Una carta enderezada al Marqués le informaba de tan repentina como injusta expulsión, afiadien– do que los padres habían lmído a la desbandada, sin que a la fecha ,,e supiese su paradero. La noticia no era en H,rdad oficial; con todo, fué para mí como una lanzada. La índole y carúder de aquella:-, gentes daba pie a suponer semejantes algarad:is. Por lo dem,ís, la noticia tenía todos los visos de verdad, y así era en efecto, como en breve tiempo se confirmó. 13. Una tentaciórz imporfww. ~-La noticia de la persecuci(m abi– sinia me traía en vilo sin dejarml: un momento de reposo. Salí de Parb en dirección a Lyon a fin de ultimar aquí mis a<;nntos y disponer el re– greso al campo de mi apostolado. Pero agudos y penetrantes silbos de encantadora sirena tentaron de torcer mis pasos sin que afortunadanwnte lograran envolverme entre sus redes. r:n Lyon me esperaba el Padre Agustín de Alguero. antiguo superior de la 1\lisión de Suiza y ahora mi secretario provisional, y 1\lonsefior Fnrnzoni. arzobispo de Tnrín, deste– rrado a la s:1zó11 de su sede. L1 entrevista con el sabio prelado fué para mí de gran comrnelo; consulté con él mis dudas, y le hice depositario de mis cuitas y amargura,, con ocasión de la fiera persecución abisinia que é,e me había anunciado. No obtuve desde un principio mús que respues– fas vagas y enigmütic,1s. Gato encerrado hay aquí, dije para mis aden– tros. << Cuando lleguP el 1\'larqué,, de Brignole, me dijo, hablaremos müs claro,>. 1\le lo supuse, y así aconteció. Se pretendía nada menos que ha– cerme dc'sistir de mi proyectado regreso al Africa. y asignarme en el Piamonte una sede episccJpal donde pasar el resto de mí:; días. Ln lucha en mi interior fut; de las 1mís terribles; pero la gracia de. la vocación a las misiones triunfó, y en breve. con la ayuda de Dios. me ruse de nue– vo en camino para la Abisinia. 1-J.. Nuevos Jfisioneros !/ subsidios. --Vientos de revolución so– plaban entonces contra las Ordenes religiosas en Italia. Dispersos los miembros d'.: mi provincia capuchina del Piamonte, desconfiaba me en– viaran el personal necesario para la Misión. Acudí al Padre Provincial de Capuchinos de Francia, Padre Lorenzo de Aosta, y en breve concer– tamos que en lo sucesivo esta Provincia me mandaría los Misioneros ne– cesarios para el sostenimiento de estas :'v1isiones (!). Negocié también (1) La :\li~iún nalla PlH'41'gada des1lP su ereeciún y fnndaciún, 30 tie AhríI dr, 181H, a l_a J:HO\·incia capnebina del Piarnonle, cnyo primer Vicario Apo~túlieo fut• t':l ('é,leiJre Cardenal
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