BCCCAP00000000000000000000476

sus monurnenta!es edificios. Vislumbré en la masa general del pueblo, y muy principalmente t~n la clase noble e ilustrada cierta ge'.1eral simpatía hacia el Catolicismo, que se refleja en esos particulares casos, con rela– ti\·a frecuencia repetidos, de ruidosas conversiones a la fe católirn. La sangre de tantos nuírtires como han venido sucumbiendo víctimas del furor anglica1Io, y la invicta paciencia de los fieles hijos de la Iglesia tan fü;ramente per:oeguidos en esa nación, no pueden menos de fructificar saludablemente en bien de la religión y de la patria. Yo espero que In– glaterra lrn de volncr. no tardando, al gremio de la Iglesia católica, que una vez ab:rndunó. 10. ,vli rerrreso a Paris.---Ultimados mis asuntos en Londres, dí un respetuoso adiús al Cardenal Wise1rnín y al personal de la Embajada fra1Icesa. y me embarqué para Francia. Preocupúbame la situación del Vicec{msul dl' Massawah, Sr. Degoutin, tan calumniado de nm'hos y vinlentamente destituído por el Gobierno de Francia. Ante el Ministro de Estado de la República proclamé muy alto la pura verdad de los hechos contra la-; intrigas de lm; que esperaban medrar a costa del Vicecónsul de iVlassawah. Era por otra parte el Sr. Degoutin persona de relevanks premfos 4ue le lrncían muy digno de ocupar tan elevado cargo, y en el de-;empeño de su oficio fu,, modelo de funcionarios. Fut:, el fundador y or,ganizador del Viceconsulado. y gracias a su poderosa influenci:1 im– plantó y mantuvo en la costa d(c iVlassawah el comercio europeo. De conducta intachable y de afable trato conquistó pnra sí y para su nación el afecto dt' los indígenas, de' Gobierno dt, aqm,1 país y dl'. la 1'\1isión CH– tólica que miraba en él a su padre y protector. El Sr. Dl,goutin era en n'alidad de verdad insustituible en el Viceconsul11do. Sus sncPsores no arraigaron en el país, ni tenían la suficil•nte fuerza ¡fo voluntad par:1 implantar ('11 t,l el régimen de otra nución. De e;,tado solteros. su conducta era en general reprobable. y en dl~sprestigio de la nación qne represen– taban; iban allí como a regai'íadie .tes y con la única mira de cobrarse el sueldo. Aun rnús: uno de estos era musulmán. ¿Cómo haría frente a los desmanes y abusos (fo sus correligionarios? No es de extrañar que la trata de negros estuviera a la orden del día. Todas estas razones expus(' con calor ante el representante de la na– ción, quiPn quedó convencido de la verdaJ e inclinndo su únimo a com– pensar al vicecónsul de los daños y pt'rjuicios ocasionados, pero no a restituirle en su puesto. porque <<el Gobierno, dijo, jnmús vtwlve sobre sus pasos:>. 11. Fcibrica de la iglesia de A.den. -Todo ese teje y maneje de vicecúnsnles no tuvo otro resnltado que dejar por mucho tirmpo el cargo sin representante oficial con la consiguiente mengua del prestigio euro– peo y el retraso de los negocios. El vicecónsul efectivo en todo c'se tiem– po fué mi familiar Fray Pascunl, hasta que, nombrado últimamí,nte un sujeto apto y dispuesto para los ne,gocios, mi familiar se trasladó a Aden donde a la sazón debía dar comienzo a la construcción de la iglesia y de la casa de la Misión. No era arquitecto, pero entendía lo suficit•nte para dirigir y levantar por su propia cuenta esos edificios. 12. Pers<'cuciórz en la Abisinia.--Aires de la Abisinia vinieron con tristes presagios a turbar el cielo de mis alegrías con la abrumadora

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz