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140 Mis treinta cinco años de Misión en la Alta l_:t_it_l{~lí_a_____ presión en todos cuantos las escucharon o de ellas tuvieron conocimiento. 7. Folleto de actualidad.- -A ruegos del Ministro de Estado (General Lenite), tracé por escrito unas cuartillas reflejando mis ideas sobre cuanto de palabra había expuesto en las conferencias celebradas. En un folleto aparte redacté mis apreciaciones y proyectos en el terreno diplomático, con carácter secreto para archivarlo en el M1:1isterio de Es– tado, y en otro más amplio, lo tocante a polít ca general realizable e11 aquellos países. Este segundo escrito intitulado: «La Propaganda mu– sulmana en el A.frica y en las lndiasc>. traducido del franct'S por (•l señor Faugere, presidente de la Comisión de asuntos de Oriente, vió la luz pública, primero en la Gaceta oficial del Ministerio d)ureau du Corres– pondantt, y luego en folleto impreso aparte por orden y a expensas del Gobierno de Francia. El original italiano se lo envié a mi Padre Uene– ral para que lo archivase en la Curia Generalicia, creo que así lo haría por más que al presente no he ¡;odido dar con él a pesar de mis diligen– tes pesquisas. Del folleto impreso se me concedieron veinte ejemplares, diez de los cuales regalé al Ministro de Estado ingl(•s , 0 11 Londres, que me valieron un mundo de atenciones y favores, no sólo en esta ocasión, s'ino aun durante todo el curso de mi largo apostolado. Advertiré de paso que cuando a los pucos años estalló la revolución según mis presenti– m'ientos, mi nombre volvió a correr de boca en boca, cual el de un ver~ daderu profeta. Me encaminé por fin a Inglaterra. El 1\linistro de Estado francés,– aparte del pasaporte con el sobrenombre, de Antonio Bartorelli (mi ape– \liclo por parte de mi madre), extendió una carta de recomendación para la embajada francesa en Londrt's, indicando al representante me atendie 0 se con tddo cuidado. Me sufragó los gastos de viaje y me ofreció una considerable suma para mis asuntos misionales. 8. En Londrl's.-La prin1era visita a mi llegada a bi capital inglesa, fué para el célebre Cardenal Wise1rnín, Ardía entonce<:; en Inglaterra el foegb de una fiera persecución contra los católicos, y en especial contra los obispos y el clero, a causa del reciente ri':stablecimiento de la Jerar· quía católica en aquel reino. Por t·so precisamente eludí manifestar mi calidad de obispo, y oculté mi persona bajo el segundo nombre de pila, de mu.Y, pocos conocido; pero el hombre propone y Dios dispone, porque rontra todo mi deseo y precauciones tuve que darme a conocer, no sin temores y desconfianza dé frustrar el negociado de mis asuntos. Con tódo, gracias a Dios, el ambiente general se puso pronto en favor mío, y lo que creí ser una montaña intransitable, se resolvió en camino llano y carretero. . Ocnrrióme. a 1111 llegada a la capital, un gracióso percance que no ;uvo otra mala sombra que el retraso de unas horas en hallar alojamien– to. Al desemb,,rcar en el puerto monté en un roche. indicando se me /.levase al palacio del Cardenal Wisemün. Ya estamos a la puerta, llamo y ... ¡cuál no sería mi sorpresa al encontrarme con el arzobispo protes– tante! ... «Mister, me dice el familiar. esb1is en un error: buscáis a un 'qbispo católico. y este es el palacio del Primado anglicano. Venid conmi· go, yo ós guiaré». En efecto, con una afabilidad y Cürtesía que no sabré jamás agradecer, me llevó al .palacio del Cardenal, quien me arngió con

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