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Trad11cción del M. R. P. Marcos de Escalada 9 --------- TRASLACIÓN DE SUS RESTOS A FRASCATI Pasados algunos años, en 1892, hubo de llevarse a cumplimiento la disposición de su última voluntad, por la que había elegido sepultura e11 el convento de Capuchinos de Frascati, donde había pasado sus últimos años en compañía de sus hermanos de hábito, a quienes no quiso privar del co.1suelo de tenerle consigo aún después de haber volado su alma al cielo, según piadosamente creemos. DOS MOr-;UMEKTOS A SU GRATA MEMORIA Con este motiYo de la traslación, se le erigieron a su gratcJ memorill dos artísticos monumentos, que fueron testimonio perenne del afecto fra– tern al hacia el insigne y santo Purpurado Mons. Massaia : Era el uno tipo– gráfico y marmóreo el otro. El primero consistía en un nrngnífico A/bum, realizado con todo el gusto estético de la tipogra fía moderna, conteniendo los elogios y mere– cidos encomios de varios ilustres personajes en favor del que fué ho11ra y prez de la Orden Seráfica, modelo perfecto de apóstoles y gloria inmarce– sible del Co legio Cardenalicio; llevaba dos hermosos grabados y una in– troducc ión del P. Jacin1o de Troina, en la que recordaba alguna anécdota, conversaciones y coloquios con él habidos, en especial acerca de la elec– ción de su sepultura en Frasca ti, y otros episodios de su apostólica vida. Entre los muchos y distinguidos personajes que figuran en el mencio– naro Album, tributando sus elogios al benemérito Cardenal Massaia, hemos de hacer honorífica mención del Sumo Pontífice León XIII, quien, en el acto mismo de imponerle el capelo cardenalicio, le dirigió palabras laudatorias y dignas de imperecedera memoria. Hál lanse también entre sus apologistas el Emmo. Cardenal Vicario, Mons. L. M . Parrochi, quien admira, a la par que su glorioso apostolado, la relación histórica que nos dejó escrita, al Cardenal Capecelatro, que había visto 11 nuestro Carde– nal solamente de paso en Nápoles de regreso ya deí Afri Cél; le pareció ver, dice, al apóstul San Pablo y al mismo seráfico P. San Francisco; el Cardena l ele Palermo, Mons. Celesia, elevado a la Sagrada Púrpura Car– denalicia en el mismo consistorio que Mons. Massaia, ensalzn grande– mente a su colega por su profunda humildad y sus apostólicos trabajos; e igualmente constan allí las firmas de varios nobles e insignes caballeros y prelados eclesiásticos, siendo de notar la del famoso escultor D. César Aureli, que esculpió la estntua del mismo étninente Purpurado Monse– fior Massaia. El segundo monumento levan tado a la memoria del llorado Cardenal fué la estatua de mármol erigida en um: de lus capillas de la iglesia de Capuchinos de Frasrnti sobre el lugar que ocupan actualmente sus mor– tcJles restos. Es obra del escultor Sr. Aureli antes citado, y su actitud es como sigue: La escultura representa al Cardenal en sus últimos años, y está sentado en una poltn,na ; la cabeza se i11cli11a ligeramente hacia el libro que sostiene con su mano izquierda. mi entras que la derecha rige una plmna en actitud ele escribir . A su lado izquierdo, entre el brnzo y

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