BCCCAP00000000000000000000476

12± - --Nosotros no tenemos confesor. porque somos todavía jóvenes y no estamos casados. -- -Cosa nueva es para mí que la confesión sea necesaria solamente a los casados. Yo. cuando era joven, sentía mfü, la necesidad de confesar– me que cuando he llegado a c·dad madura. Pero decidme. ¿recibís la Co– munión? ---Siendo Diáconos. por necesidad tenemos que recibirla. ---Y ¿os atrevéis a acercaros a la Sagrada Comunión sin haberos confesado? --Entre nosotros no se estila eso, ni nadie jamás nos ha dicho que nos confesemos. Aun más, aquí los jóvenes jarnüs se confiesan, ni aun en punto de muerte. Y ¿de quién recibísteis el Diaconado? ... - -Yo, dijo uno, lo recibí en Devra-Tabor de rna110 de Abba Sal ama. antes de la guerra con Ubié. Yo, aí1adió ot:o, lo recibí siendo muy pe– quefio; casi no me acuerdo, pero fué 1;_,J mismo día que se hizo sacerdok mi padre. --Y bien; ¿pPrmanecer{•is siempre de Diáconos? ¡Ah, 110!. respo11dió el mayor; me casan:'. muy pronto, y ~espués me har(: sacerdote ... -Y ¿por qué no os hacéis monjes? - Para liac(crrne monje soy todavía mlly joven, dijo nno; en esta tie- rra no SL, hacen monjes sino los sacerdotes cuando se les muere la mujer, o cuando son ya viejos y cansados del mundo. --Pues en mi país se hacen monjes los jóvenes de quince a veinte afíos ... Una carcajada i11crédula fué la respuesta co11 que acogieron e;;ta mi afirmación. Y ¿cómo, en esa edad, dijeron, pueden conservarse castos? Tendréis en n1estro país mtll has medicinas para conservar la ca;,tidad. Yo, afiadió el müs adulto, serví de escribiente a un Deftera con la prome– sa de que me daría una de esas medicinas. Co11cluído mi trabajo y adqui– rida la medicina, no sin grandes esfuerzos, me sentí más endiablado que nunca. Tiré entonces con ella y con todo cuanto había en mano, sin vol– ver a pensar jamús en hacerme moujt·... Yo decía otro. no tengo dinero p:m1 comprarla; pero de buen grado serviría a un amo dos o tres afios con tal de. hacerme con uno de esos remedios. -Y ¿qm~ ganancia frndrüiis con eso? - ¿Cómo? Pues me haría monje; y como tal entraría en uno de esos g-randes monasterios y llevaría una vida en grande ... -c:No, amigos míos, díj(_,les cortando el diülogo; no se trata aquí de hierbas maravillosas, ni de otros materiales remedios con que solemos curar y pn:servarnos de los males del cuerpo. La castidad es un don del cielo. Y para cons!'guirla no valen nada todas las medicinas de la tierra. Para ser ca;,tos hay que acudir a Dios que ,,s el único que nos puede conceder esa virtud an¡:i;elic1l. I-lay que apartarnos de todo aquello que nos arrastra al vicio dt•shotwsto y dar de mano a todas las amistades pe– ligrosas. Iiay que pensar con frecuencia en los duros cm,tigos con que el Sei'íor nmenaza a los impuros, y en los c>ternos premios riue promete a

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz