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_ _6____ M_is_ tr_e_in_ta_· y cinco años de Misión en la_A_lt_a_E_t_io_p_í,_·1 _ ____ PARTE PARA EL !\FRICA Partió. pues, sin demora para el lugar de su destino, y por espacio de cinco años peregrinó por las regiones del Nilo, de la Abisinia y de la Alta Etiopía entre peligros y trabajos sin cuento, padeciendo las i•1cle– mencias del clima y la escasez de lo más necesario a la vida a fin de tomar posesión del lug ar de su misión. Por siete veces tuvo que sufrir el destierro, e incontables fueron las que estuvo a punto de perder la vida, hasta que por fin logró ooner el pie en su anhelado Vicariato. Una vez allí , comenzó su apustolado glorioso fundando residencias, levantan– do capillas entre las tribus de Gudrú, Lagamara, Enerea, Kaffa, Harar, y otros lugares, trabajando incansable día y noche por reducir a aquellas desventuradas gentes a la fe del Evangelio. Por tres veces regresó a Europa. no en busca de reposo, sino de nuevos obreros evangélicos que le ayudaran en tan difícil empresa comenzada, y también para editar la Gramática de la lengua Arnárica, que, para ayuda de los misioneros había compuesto, lo que realizó merced a la cooperación del Gobierno francés, que le sufragó los gastos de la impresión. De vuelta a los Gallas y en atención a lo dilatado del territorio de su Misión y a las necesida– des de los pueblos, consagró obispos a los tres ejemplares misioneros Sr. De jacobis, P. Felicísimo Coccino y al Sr. Taurino Cahagne. Fundó multitud de escuelas, escogía y preparaba a los jóvenes indígenas a quienes veía habían de ser aptos para el ministerio sacerdotal, y a los rescatados de la esclavitud los enviaba a Marsella para que fuesen edu– cados en el colegio seráfico de nuestra Orden. ULTIMO DESTIERRO Y SU ACOGIDA A EUROPA Así pasó el largo período de su estancia en aquellas tierras salvajes, repartiendo a man os llenas el inestimable tesoro de la fe cristiana a ,11a1:tos infieles tuvieron la dicha de escucharle, hasta que, desatada la guerra entre el Ntgus juan,emperador de Abisinia y Menelick, y venci– do éste. su amigo y protector, hubo de salir nuevamente desterrado, aco– giéndose por última vez a Roma. Desde entonces, su residencia habitual era el convento de la Curia Generalicia o el de Frascati, mas su pensamiento y corazón estaban siempre en su predilecta Africa, entre aquellos sus f!mados salvajes, a quienes consagró su vida entera, su juventud y sus fuerzas todas; por quienes había sufrido trabajos, sudores y privaciones sin cuento, y a quienes an1aba con todo el amor de su corazón, todo bondad. En todas sus convers'lciones, jamás pasaba sin mencionar aquella su porción es– cogida de los africanos; y era de ver la alegría y satisfacción con que contaba las peripecias y azares de su vida apostólica, recordando con encantadora sencillez todos los sucesos de su larga y azarosa Misión. ES CREADO CARDENAL Retirado Mons. Massaia a la soledad de un convento, no le permitía su humil_dad esperar recompensa alguna de sus multiplicados trabajos en

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