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-7- -"¡Oh Fray Maseo! Nesotros no somos dignos de tan gran tesoro ... " Y como repitiese estas palabras muchas veces, Fray M<1seo le dice: -Padre carísimo. ¿Cómo SP puede llamar tt>.scro, halJLndo tanta pobreza y falta de cosas necesarias? Aquí no hay manteles, ni cuchillo, ni platos, ni tazas, ni casa, ni mesa, ni criado, ni criada. -Pues eso es -respondió San Francisco- lo que Lmgo pcr gran ,tesoro, porque aquí no hay cosa alguna dispuesta por la industria humana, sino que todo es de la Pre.videncia divina, como :oe ve de manifiesto en :•l pan mendi– gado, la mesa de piedra tan hermo:sa, la fm·nte tan clara. ·· Detengámonos, Juctor. Que estas palabras del Pobrecillo dt> Asís amena– zan revolucionar nuestros medos de n,r. ¿Qué piens3.s tú de eso que llamas "cosas de la vida"? ¿De ese despacho en que trabajas, de ese' comercio en que vendes, de ese taller, ele es'i oficina? ... Qu,:; rnn nL'dios. me dirás, para ganar, para medrar, para vencer en la lucha por la existencia. San Francis– co, lo terminas de leer, pensaba ele modo muy distinto. Veía en estas "cosas", mensajeros del amor divino, INSTRUJ\1:ENTOS DE LA BONDAD DE DIOS. Dios hace que su Bondad se haga visible Pn el cielo que canta im glorh, en la flor que pregona :su Providencia, en el corderillo de la pradera que pace tranquilo, símbolo eterno de la mansedumbre dP Jl'SÚS. En esta visión del cos– mos que apadrinó San Francisco, cada objeto, grande o minúsculo, es una especie de SACRAMENTO DE LA BONDAD DE DIOS. Entendámonos No se .trata de multiplicar sacramentas. Por el catecismo sabemos que son si~1te y nada más que :'iPtc Pero del mié'mo mello que por los sacramentos fluye la gracia de Dios hasta los hombres, con cierta analogía podemos afirmar que la Bondad de Dios fluyp a trG.V{·s d. sus creaturas, a las que comunica sus dones, no para qu,, t>goísticanwnte los retengan. :'ino para que generosam, nte los ccmlmiquPn y difumJ,an. ¿No recuerdas tu emoción de padre cuando al dar el r,·galo a tu p::c¡ueño, éste se acordó del amiguito pobrP y reservó una partecita para él? Dios, "Padre del wcrn univcr.•o", c¡uiE:re servirse de nosotros, sus hijos, para dis-· tribuir sus dones. Y nota c¡u" al hacer ('Stos ngalos del espíritu, cuanto más damos más nos enriquPccmQS. Nos hacemos buenos, haciendo bondades... En este enmarque cósmico t n que se VP a la Bonc1ad de Dios difundión– dose por doquier por medio de sus crcaturas, Sl! comprende cuánta razón te– nía el Pobrecillo de Dios, Francisco, cuardo t::m jubilo:s::imente al:•gralla del pan mendigado, de la fuc•nte de agua clara, de la mesa clé• pi;1clr3. ... Para él todos estos objetos tenían cierto valor éacramental. Eran INSTRUMEN– TOS DE LA BONDAD DE DIOS. De S€guro que al llegar aquí ya estarás decidido, lector, a ser tú tarnJlJién un instrumento má:s en las mm1cs del P{l(lrf! (le tmlo" que está en los ciclm. Si la flor de un día, si el animalito ele carg:1, son instrumc·ntos dt> la Bondad de Dios, si hasta el "hemwnn lo/Jo" puetle llegar a ser instrumento de aque- lla Bondad, cuando un alma inccenti, com:i 1ft dP San lo ¿ viu, a ~er tú menos que
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