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- 26- Vete por la vida como hijo dP! Padre, cel0stial, como INSTRUMENTO DE LA BONDAD DE DIOS. * * * El P. Van Tricht abn° una conferencia sollr{' Federico Ozanam -<le ella l1emos tomado algunas de las anéctodas de esta charla- acotando una co– media de Legouvé, El rlercclw u.e coru111istu. El protagonista de la obra, Mar– qués de Rouillé, habla así: "Cuando paseándome por mi galería de cuadros, miro fijamente los retratos de mi::; antepasados, me digo a mí mismo: Ese en– riqueció a su país con dos puertos, aquel fertilizó veinte legu'cl:s de es– tériles eriales; este otro fu6' Presidente de los Estado:s, y el d:'? más ".lllá Ma– riscal de Francia ... Y tú, ¿qué eres tú? ... Un hara,gán ... " No pienses, lector, que es para ti este mote. No sería delicado el dirigir– telo. Y además, que no lo mereces. Pero sí desearía que mirar".iS a los cua– dros de caridad aue te propone el Cristianismo y que recor1daras unas pala– bras de un sermón de San Agustín: "Pedro era lo que tú. Pablo era lo que tú. Los apóstoles y 11rofctas eran lo que tú. Van delante los PScuadrones de los siervos de Dios. Ya no hay excusa para los haraganes ... " Siervo de Dios en el camino de la caridad fué San Pablo que pide limos– na por las iglesias por él fund".idas para la iglesia madre de Jerusalén. San Benito, que hace de cada monasterio un remanso de paz para el peregrino que cruza lo::; irsutos a,lpes de la vida. San Francisco, que pone Silli3 labios de aimor sobn' la purulenta llaga del leproso; Santa Isabel de Hungría, que ctulcemente, como la pinta Murillo, lava las herida$ de sus enfermos... ,como Confrrcnte de San Vicente do Paúl graba en tu conciencia que Dios envió a Pste gran santo a las puertas del ,mundo moderno, que se iba quedando sin entrañas de caridarJ. para quP encenctiera una hoguera que caldeara las almas en tan divino fuego. Sabes que ;a vida de San VicemP fuó un ejercicio perenne de caridad. Hasta quedar un día como un galecJte más Pn medio de galeotes. Hoy ape– nas dice nada a nuestra imaginación la palabra "uuleot?". No era así hace unos siglos, cuando las naves eran movidas pur los músculos de remero:¡ forzados, puesto a las órdenes ck un cómitre que dirigía la boga. Entre aquellos infelices San Vicente de Paúl vino a ser el instrumento de la Bondad de Dios. Oigamos a 1':i historia: "Aquellos criminales de mi– rada feroz y de corazón duro, cuyo alimento diario era el oclio a la sociedad y la blasfemi".i contra Dios, no tardaron <'D wman3arse y prdir al capellán (San Vicente) oyera su confesión general. Entonces fué cuando al furor s11· cedió la paciencia, a la desesperación la resignación, ".'l. los juramentos la oración, al deseo de venganza el arrepentimiento. El que les había EY'.lcado de su infierno aparecía ante ello:, como un angel de misericordia, y sus ojos, que nunca habían llorado, cuajaban de que humedecían lu

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