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-24- Jesús, al descubrir sus secretos a aiqueJios pescadores, les da una prueba de que, a pesar de su rudeza, los estima, los valora. Hasta hacerlos deposi– tarios de sus más íntimos secretos. Si la igualdad que buscan naturalmJente los amigos no puede verificarse entre la infinita distancia que hay entre Je– l:nís y sus discípulos, existe sin embargo ent•re ellos una recLprocidad que se manifiesta en una inefable comunicación de secretos y vivencias. Amor-agape.-El mundo pagano, que no llegó a comprender ser posible la amistad entre Dios y el hombre, ni de lejos vislumbró el cua;rto amor: el amor cristiano, la caridad c•ristiana. Un pasaje evangélico, tomado del sermón del monte, nos va a introducir en la íntima esencia de este amor: "Habeis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no resístais al mal, y si alguno te abofeteara en la mejHla derecha, dale también la otra... Habeis oíd qUe fué dicho: Amarás a tu ,prójimo y aborrecerás a .tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seais hijos de vuestro Padre, (JJUe está en los cielos, que hace salir el sol sobre buenos y malos y llueve sobre jus– tos e injustos. Pues si amais a los que os aman, ¿qué recompensa tendsréis? Y si saludais solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los gentiles? Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial" (Mat. , 5, 38-48). Lo pri1tm,ro que llama la atención en este pasaje evangélico es el hirien– te contraste entre Jo viejo que fué: "ojo por ojo, diente por diente", y lo nuevo que debe ser: "amad a vuestros enemigos, oraid por loS que os per– siguen..." Lo segundo es el modelo que Jesús puso ante los suyos,: el Padre celestial, que Luce su sol sobre los buenos y malos, que a todos hace bien. Advierte que lo propio del Padre celestia•I es ser pura liberalidad, pura donación. Sin merecimiento alguno ,por parte nuestra nos ha amado. No porque éramos buenos, sino para hacernos buenos. Oye estas palabras con las que San Pablo declara por qué Dios hizo al mundo el supremo don de su Hijo: "[)ios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, y estando nosotros muertos por nuestros de– litos, nos dió vida por Cristo y nos resucitó y nos sentó en fos cielos por Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros }(-l. excelsa rique,za de su gracia por su BONDAD HACIA NOSOTROS EN CRISTO JESUiS" (Eph., 2, 4-7) Qllé duro, pero qué verdadero San Pablo al decirnos que "estábamos muertos por nuestros delitos". Y sin embargo, el Padre celestial, rico en bon– dad~5 y nada más que por esto, nos envió a su Hijo. Pa!l'a redimirnos, para salvarnos, para hacernos buenos... Dtgámoslo con el lenguale filosófico de mo– da: para crear en nosotros valores. una réplica aunque desvaída, de este amor es el amor de la mw:lre. ¿No

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