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- Hl- F E Es el segundo don q¡ue has de llevar al pobre. Se halla tan f,alto de el.la ... Pío XI, impresionado por la creciente incredulidad de las masas, repetía con frecuencia que era el máximo escándalo del siglo XX. Fíjate: del siglo XX. Es que es un fenómeno característico de nuestra hora. Pobres ha habido siempre y siemlJ.)re ha habido con quien ejercer las obras de misericordia. Pero el pobre, que vive de cuatro ideas elemenfaies, no habia sido perturbado en su fe tradicional. Con resignación llevaba su crurz. y un pedazo de pan con amor satisfacía sus necesidades primarias. Ahora a la necesidad se ha unido e,l resentimiento, esa perversa pasión que trastueca el corazón de un santo en el de un malvado. El resentimiento ha sido inoculado en el alma del pobre por el abuso, con frecuencia provo– cador, del rico y la mala voluntad de quienes han querido usufructuar este resentimiento par,:-i sus medros. En vez de ir por el camino de la justicia so– cial, dulcificada por la caridad cristiana, se ha incitado a la subversión y a la lucha. Los incitadores de la lucha social p;ronto advirtieron que era impasible el triunfo, mientras el alma del pobre sintiera el freno de h fe. De aqui su odio satánico contra toda religión. ''La religión es el opio del pueblo", dijo uno de aquellos malvados. Y esta blasfema.a entró a formar parte en los programas de propagandf:l.. No sabemos si Fedcrico Ozanam oyó esta terrible blasfemia gue más tar– de se hizo tan pública. Pero sí vió que al pueblo le iban arrancando la fe. Por eso, no se contentó con pedir limcsna para el pobre necesitado y en– viar un recadero para que la llevara. Se impuso a sí mismo la obligación de visitar al pobre. La visita al pobre debía ser un encuentro de alma a al– ma, de corazón a corazón. Porque si la fe se pierJe en el mitin suhversivo, en el club ateo, sólo se recupera cuando un alma cre,yente se pone al uní– sono del alma del incrédulo, del necesitado, para comprenderlo y llevarle el consuelo del pan y de la fe. La gr-acia de Dios tiene muchos caminos. La Bondad de Dios muchos ca– nales. No olvides nunca que uno ele ellos es servirse de ti para llegar al alma del pobre a través de tu limosna y de tu visita. Hay, pues, conexión entre la limosna del pan y la fe. Y más de una. Te quiero señalar tres. Primeramente, la limosna da testimonio de la fe. Ya vLmos anteriormente que las Conferen'Cias de S. Vicente do Paúl nacieron como respuesta al repro– che que los incrédulos dirigían a aquellos cristianos de los días de Ozanam que no mostraban la eficacia de su ff' en pr:icticas tangibles. Ozanam, que de es– tudiante se levantó un día en el aula para defender a Jesucrista contra los ataques doctrin-,Jes de su maei5tro, el filósofo Jouffroy, quiso replicar a los

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