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-16- males hemos padecido en este siglo. Ninguno peor que el odio. Permíteme que te aluda G. mi eX!periencia personal al visitar los !hornos crematorios de uno de los más terribles campos de concentmción del centro de Europa. En a,quella pala grande, de infierno, que :ser, 1 .ría para introducir en el horno a los infelices, se podía leer esta única palabra: odio. Como Ozanam, vete por la vida h·aciendo caridades. Como CabaHero con– ferente, es decir, como cristiano públicamente com¡irometilio, te debes al amor. Dios quiere hacer el bien por tu' medio. ¿T negarás a ser INSTRUJ\1ENTO DE LA BONDAD DE DIOS? II Hombre, Cristiano, Caballero conferente Porique te creo dispuesto a hacer bondades, di:spuesto a abrir tu billetero y, lo que es más importante, tu corazón -nunca olvides que el alma del po– bre no funciona con el mismo sistema que la m.ja de caudales de un avaro~. te quiero decir ahora qiué debes llevar al necesitado. Si es más importante el donador que el don, y si Je:sús miró con más complacencia los centa,vos de lé; viudl'.:l gue las monedas sonantes de los fariseos, esto significa que hay una gradación de valores a favor de la buena voluntad y del buen deseo de hacer el bien. Pero no quiere decir que te vayas a quedar tranquilo con tu boon deseo y tu buena voluntad. Un "Dios le ampr1rc", dicho con el fervor de un santo, puede llevar la resignaciún a un alma atribulada. Pero el hom– bre realista objetará que no ha cubierto toctavía un cuerpo desnudo, ni sa– ciado ningún estómago famélico. Es pues necesario que lleves tu don. ¿Cuál ha de s.:r? PAN "No sólo de pan vive el hombre", dijo Jesús al demonio tentador. Ha sido ésta la perenne re:s.puesta del espiritualismo cristiano al materialismo de to– dos los tiempos que se ha em¡peñado en definir al hombre "por lo que come". Pero al mismo tiempo nos libra de ese idealismo trasnochado que parece quererse desentender del pan de caida día. La fuerva potente del comunismo, nos dice uno de los críticos más videntes, el pensador rusa N. Berdiaeff, con– siste en haber explotado una gran verdad, que es, sin embargo, una verdad a medias. Esa gran verdad es que el hombre necesita del pan de cadG. día. Es con todo verdad a medias, porque ningún alma se ha saciado tan sólo con pan. En uno de los diálogos que en Casiciaco tiene San Agustín, con sus amigos i..!.tste t-a'Jl1i>ién la madre Mónica. Como mujer y madre entiende de pan y de
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