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-13- estos dones. Debes llevar esas iluminaciones, esos fervores a tu hermano. Lo necesita. Mira que Jesús desde el cielo quiere servirse de ti. Quiere servilrse de ti para ver el dilacerante estado de la familia que vive en el barrio vecino y QUe necesita tu compasión y tu limosna. Quiere servirse de ti, para escuchar el lamento del Pobre, en ocasiones fastidioso y molesto, pero que debes aten– der. Quiere servirse del trnJbajo de tus manos, del caminar de tu pie, para dar de comer al hambriento y vestir al desnudo... Jesús quiere servirse de tu delicada SPnsibilidad, de tu claridad de inteligencia, de tu nobleza de alma ... ¿Le vas a negf:ir estos servicios? Año 1848. Fecha imborrable. Es e•! año del Manifiestr¡ rlel Pu rliclo Comun'is– la, lanzado al mundo obrero por Carlos Marx y Federico Engels. Revolución de– magógica en casi toda Europa. Se inicia en Francia en Fetrero para culminar en la revolución romana, que obliga al santo Papa Pío IX a huir a Gaeta. Du– rante la revolución, por las calles de París silban las balas homicidas. La guerra civil enciende en odios a la gran urbe. Federico Ozanam, vestido cori <.!l uniforme de guardia, cumple :su 0ficio de centinela y forma parte de l~s patr'UlJ.,as del orden. Pero Ozanam, vestido con el 1 miforme de coWado, ama ia paz. Por amor a ella corre al palacio de su Arzobispo. Le expone un proyecto, le incita, le ruega... Mcns. Affre acepta, éoe pone la solana :rwgra de Cura y sale a la calle. "No, Monseñor, le dice Ozanam. La sotana morada, la de Obispo, es la que hoy se necesita. Y que la cruz pastoral brille visible sobre el pecho". Ozanaim acompaña a su Arzobispo, que camina hacia el cuartel del gene– ral de la plaza Cavaignac para entablar con éste un diálogo de paz. El ge– neral concede el perdón a los insurrectcs con la condición única de que estos depongan las armas. Avanza entonces Mons. Affre hacia la barricada m:i.s subversiv,a, la de San Antonio, con un ramo verde en la mano. Sube al edifi– cio máS alto y desde allí extiende el brazo con el ramo verde en señal de paz. Y sucedió que una bala asesina, que .partió no se sabe de dónde, le atra– vesó el pecho. "Que sea mi sangre la última qiue se vierta", fueron sus úl– timas palabras. Así mueren y así morirán cuantos se sientan instrumentos de la bondad de Dios. En ella ,tomó parte, al lado de su heroico Arzobispo, el alma no me– nos heroica de Federico Ozanam. Había comprendido este héroe que ser cristiano es ser HOMBRE DE CRISTO para hacer el bien.

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