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-11- Estas sugerencias pudiero.n ser un programa de conducta para tu corazón bueno. Cuando son tantas las lenguas que matan, bien estaría que se mul– tiplicaran las que curan ,por 1G. palabra. Como aquella dulce de Jesús que Iim¡piaba al leproso, id.aba luz al dego, hacía bueno al ladrón ... ¿Puede haber algo más digno del HOMBRE, sólo por serlo, que irradiar estas bondades cuyo último hontanar es la Bondad divina? CRISTIANO, debes ser instrumento de la Bondad de Dios ¿Crislifl no'? Hombre de Crislo.-Así prt>guntaba y respondía el catecismo de nuestra inf,:rncia. ¿Has olvidado esta profun!Zo. 11.:cción? Y digo JJrofunrla porque no creo confundas esta denominación con tantas otras de por ahí cuando los entu– siastas se declaran por este o por el otro, pcr el Real Madirid o por el Atlé– tico... Pero no profanemos el misterio cristiano con estas evocaciones ca– llejeras. Al declararte tú hombre rk Cristo, la teología te enseña y .te e:x;plica la consoladora realidad !d,e que formas un Cuerpo Místico con Cristo. Es.te Ouerpo Místico de Cristo, si es misterioso e invisible, ,tiene una manifesta– ción externa que se puc'de ver: es la Iglesia. En la Iglesia, a su vez, en lo que tiene de más íntimo, se verifi.ca esa otra verdad de nuestro Credo, cuan– do decimos: Creo en lcL Comunión de los S1mtos. Esta connmión quiere de– cir, según el mismo catecismo, que los fieles tienen paTte en los bienes 1de los otros, como miembros de un mismo cuerpo, que es la Iglesia. Admira ahora el admirable enlace de estas grandes verdades de nuestra fe: Cristo forma con todos nosotros un Cuerpo Místico. Este Cuerpo MiSti– co es la Iglesia. En la Iglesia, Cuerpo Místico, de Cristo, tiene lugar la Co– munión de los Santos. Esta Ccmunión es mutua participación de bienes. Ante todo, de bienes espirituales. Pero también de bienes materiales. De nue•vo, y ahora ya no en el plano meram,mte natural, sino en el so– brenatural, la Bondad de Dios se .difunde por doquier: de Cristo a su Igle– sia; de la Iglesia a la Comunión de los Santos. Hasta llegar al último fiel que siente necesidad. El gran .AJpóstol de Cristo, San Pablo, ha sido el pregonero de esta su– blime teología. Desde su prisión üe Rema c,scribP a las iglesias de Asia. Es– ta carta os conocida con el nombre de Carta a los de Efeso. Toda ella es un himno de alabanza y gloria a la Iglesia naciente, que tiene por piedra angular a Cristo, y J)cr colum11as y fundamentos a '10s Apóstoles y a los Profetas. En esta Iglesia, Cuerpo Místico, el Apóstol dice que Cristo "cons– t1tuyó a los unos apóstoies, a los otros profetas, c1 éstos evangelistas, a aqué– llos pastores y doctores, para la perfección consumada de los santos... para

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