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-9- tan hondo. Es tan sólo maestro exterior. Pero sih duda, el más eficaz, el que mejor remeda el Magisterio divino que se verifica en la intimidad de las con– ciencias. Pero no es sólo generación y magisterio la acción irra·diante del padre en el hijo. Es sobre todo un misterio de presencia, de compañia, que tantas ve– ces percibe el hijo aun después de que los padres han muerto. También en esto fue Federico Ozanam el hijo bueno que sigue sintiendo después de la fatal sepairación la acción bienihec:hora de les que le dieron el ser. En carta intima declaró Ozanam este secreto sobre la madre querida que se le fue, pero que al mismo tiempo se quedó a su, lado. La carta nos revela aún después de un siglo, esas confidencias de las almas que sólo Dios conoce: "He comenzado a presentir que no me :he quedado solo ... Era como una seguridad de que no se me había abandonado; era como una comipañia bien– hechora, aunque invisible... Cuando un :hálito tibio reanimaba mis fuerzas y penetraba en mi e@iritu una idea virtuosa, o conmovi•a mi voluntad un sen– timiento saludable, no podía evitar el creer que era ella, siempre ella. Aihora, después de dos años, después que el trascurso del tiempo ha podido disipar los anúerioíres extravío$ de una imaginación enloguecida, hay momentos en que me estremezco como si 01la se pusiera a mi lado; hay, sobre todo, momentos en que siento más necesidad que nunca de las maternales y filiales comunica– ciones de los dos... y lloro más quizá que los primeros días; pero se mezcla a mi melancolía una paz inefable. "Asimismo, cuando scy buPno, cuando he hecho algún bien a los pobres que ella amaba tanto, cuando estoy en paz con Dios, a quien ella tanto ha servi– do, veo que ella me sonríe desde lejos. A veces, cuando oro, paréceme oir su oración que acompaña a la mía, como hacíamos juntos a los pies del Cru– cifijo. En fin, esto no lo diré más que ,3. ü- cuando tengo la dicha de co– mulgar, paréceme que ella penetra ,detrás en mi pobre corazón, como tan– tas veces le seguía al ser llevado por viático a la vivienda de los poib['es. Y entonces tengo una firme creenci3. en la presencia real de mi madre cerca de mí" Presencia real ele mi madre ... Esto suena a meditación eucarística. ¿Pe– ro no hay más de una semejanza entre el misterio del altar y el misterio ma– terno? ¿No son amibos :misterio de amor, de comunicación, de BONDAD... ? Digamos, pues, que por la bonidad comienza y por la bondad acaba ese fluir do la vida a través de las generaciones. Consciente o inconscientemen– te todo padre es un agente de la Patcrnid'.:ld divina que preside desde el cielo toda paternidad. Como HOMBRE, y sólo por sNlo, eres instrumento de 1a Bondad de Dios al transmitir la vida. Mas no debe quedar limitada tu irradi::ición de bondad como HOMBRE al intimo secreto de tus deberes ele padre. Esto es mucho, Pero no es lo ])&S~ tante. Tu vida otro ministerkí dr,mcto
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