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152 BERNARDINO DE ARMELLADA, OFMCAP. Cristo agradó a Dios cumpliendo su voluntad. La carta a los Hebreos es contundente al dar su visión profunda de la actuación de Cristo. Solo él, constituido por Dios sacerdote eterno, al ofrecerse a sí mismo como víctima sin pecado en una obediencia que llena su vida desde la encarnación hasta la cruz, causó de una vez para siempre la ple– na remisión de los pecados y la santidad, franqueándonos el acceso a Dios, al entrar vivo y triunfador en el santuario definitivo a la dere– cha del Padre, donde constantemente intercede por nosotros. Bien estará subrayar que de esta perspectiva inicial cristológica, primer pilar de la eclesiología, es de donde ha de partir toda aprecia– ción adecuada del ministerio eclesiástico cuyo alcance real sólo puede medirse por comparación con la misión de Cristo. c) También es presupuesto para la teología del sacerdocio minis– terial el dato bíblico del sacerdocio común de los fieles. La Iglesia, fun– dada por Cristo como ser social y místico, posee una conexión indi– soluble con el sacerdocio del mismo Señor. Pues Cristo, uniéndola a sí, la deja en condición de entrar confiadamente en presencia del Dios santo, de entregarse a sí misma a la divinidad y, recurriendo al sacri– ficio único de Cristo en la cruz, granjearse la benevolencia divina para morar en el recinto naturalmente inaccesible de la santidad de Dios. Esto, que en la concepción de las demás religiones seria prerrogativa exclusiva de los sacerdotes oficiales, lo tienen en el cristianismo to– dos y cada uno de los fieles, llamados por la Sagrada Escritura del Nuevo Testamento sacerdocio santo, sacerdocio real (4). d) Finalmente se tiene un núcleo fundamental de doctrina sobre el sacerdocio ministerial en puntos sancionados por el Magisterio Ecle– siástico. Aunque los términos "hiereús", "hieráteuma" {vocablos griegos que responden respectivamente a sacerdote y sacerdocio) no se apliquen en la S. Escritura a los portadores de poderes eclesiásticos, e indepen– dientemente del modo como se contradistinga del sacerdocio común de los fieles, es un hecho dogmático la existencia de un sacerdocio ministerial, instituido por Cristo (5), que se transmite por el sacra– mento del orden y que no depende, en consecuencia, de una deputa– ción de la autoridad natural civil ni de una elección o delegación de los fieles cristianos (6). En contraste con el sacerdocio común este sacerdocio ministerial u oficial tiene el poder de realizar en nombre de Cristo el sacrificio eucarístico diciendo con eficacia sacramental las palabras de la con– sagración (7). Le están además reservados otros poderes sacramenta– les (penitencia, unción de los enfermos) y la representación de Cris- [4] (4) 1 P 2, 5.9. (5) DENZINGER-SCHONMETZER (DS) 1752, 1764, 1773. (6) DS 3850. (7) DS 1321, 802, 1764, 1171.

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