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EL SACERDOCIO COMO "DIAKONIA-KENOSIS" EN EL ESPÍRITU... 151 No es de este momento detenerse a exponer los enredos lógicos de una jurisdicción divorciada del orden, minimizadora del sacramento y disputándose con él el fundamento o base para la jerarquía eclesiás– tica. Esto, sabemos, contribuyó a crear un clima de juridismo sin for– ma sobrenatural interior que provocó no pocas críticas, divisiones y escándalos entre los cristianos. Tampoco las consecuencias de la idea más unitaria -llamada pseudodionisiana y contrapuesta a la anterior, llamada jeronimiana– carecieron de aspectos negativos. Al dar al sacerdocio ministerial un sentido de jerarquía o participación en la potestad divina del gobier– no del mundo, se va exagerando el contenido de dignidad o excelencia ontológica y se le saca del cauce evangélico de servicio humilde que olvida la única auténtica dignidad de hijos de Dios, que se tiene por el bautismo y a la cual se ordena el sacerdocio ministerial. Así se va configurando la situación clasista de un e.ero privilegiado, frente al que también se reacciona violentamente negándole incluso la razón de distinción en el servicio y en las funciones santificadoras. Pero no sería exacto pensar que en la teología preconciliar del sacerdocio sólo existía inseguridad. Aun a fuer de recordar cosas har– to sabidas, referiré algunos datos de la teología del sacerdocio, que poseía ya una garantía doctrinal seria, a veces dogmática, en el teso– ro de la tradición católica: a) Un concepto de dominio común es el de sacerdocio en cuanto tal (aunque sea parcialmente discutible en precisiones o de– talles). Sacerdote es mediador entre Dios y los hombres. Su media– ción es de salvación en cuanto que introduce a los hombres en el re– cinto de la santidad divina. Toda obra directamente ordenada a esto ha de ser considerada específicamente sacerdotal. b) Otro dato básico es la relación esencial del Verbo Encarnado con el sacerdocio: Es evidente que la misión realizada por Cristo en su contacto con la humanidad es sacerdotal en todos sus aspectos y que ha sido, de hecho, la única obra sacerdotal auténtica. Las demás actuaciones humanas que en este sentido tuvieron lugar en la vida re– ligiosa de los hombres, incluso las acciones sacerdotales del Antiguo Testamento, no pasaron, en realidad, de conatos de sacerdocio, inca– pacitado de por sí para el acceso a la santidad sobrenatural, único des– tino último de los hombres. Cristo concentra, pues, en su mediación sacerdotal todos los ele– mentos disgregados de la vida religiosa de Israel y de toda otra vida religiosa auténtica: sean enseñanzas y doctrinas, sacrificios cultua– les y normas de vida moral. Todo converge en el sacrificio con que munidad cristiana que entran a formar parte del colegio episcopal, sucesor del apostólico, por la investidura papal que les destina al régimen externo de la grey cristiana (B. G. MoNSEGú, El constitutivo formal del episcopado, XXII Semana Española de Teología, pp. 65-84; cfr. p. 80-81). [3]

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