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EL SACERDOCIO COMO "DIAKONIA-KENOSIS" EN EL ESPÍRITU... 161 Un análisis comparativo de estos tres puntos lleva a una conclu– sión que se tendría que convertir en principio de teología sacerdotal: Plenitud de sacerdocio es igual a plenitud de ministerio. Plenitud de ministerio es igual a plenitud de servicio. Pero ¿cómo se ha de enten– der este servicio? Es ciertamente una acción sacramental en su expresión más ple– na. Y esto en primer lugar, porque la capacitación y destino al servi– cio configura a la persona del sacerdote sacramentalmente por el ca– rácter y la gracia; y en segundo lugar, porque la actuación del servi– cio, si no siempre constituye una acción sacramental en sentido estricto, sí tiene una eficacia sobrenatural peculiar cuasisacramental, además de que toda la actuación ministerial del sacerdote se enca– mina más o menos inmediatamente a la unión de gracia con Dios en Cristo y en la Iglesia, cuya expresión sacramental máxima se tiene en la Eucaristía. III. INTERPRETACIÓN CRISTOLÓGICA DEL SACERDOCIO COMO SERVICIO Nos planteamos ahora un problema de profundo alcance teológico, aunque parecería como primariamente ascético para la inteligencia de la función sacerdotal. La redención, que es resurrección y gloria surgida del anonadamiento y de la muerte, se encuentra ya plena– mente verificada en el Cristo glorioso, que reina en la eternidad. Sien– do la acción sacerdotal instrumento por el que Cristo se sirve para comunicar a los hombres la redención por él realizada, podemos pre– guntarnos si el servicio del sacerdote -que se confunde con la fun– ción de la Iglesia peregrinante- consiste en aplicar lo verificado, "la muerte y resurrección de Cristo" o es más bien una converificación del servicio martirial que Cristo prestó a la humanidad y que fue lu– cha, sufrimiento y muerte con esperanza de resurrección. Si el sacerdocio fuera una sencilla comunicación de lo verificado, en que la resurrección es lo definitivo, se tendría ese peligroso op– timismo de los que se sienten salvados ya en este mundo y sólo acep– tan del cristianismo la alegría de la resurrección y la verificación del reino de Dios en la prosperidad temporal. El ministerio se convertiría en una señorial dispensación de bienes ya conquistados y de los que solamente resta el disfrute. Pero hasta la misma experiencia nos convence de que estamos en estadio de sacrificio y de muerte; y que la alegría de la resurrección sólo podemos gustarla en la esperanza. El Evangelio y la conciencia de Iglesia están evidentemente de par– te de esta última interpretación del sacerdocio. Porque el servicio mi– nisterial hay que entenderlo análogamente al modo de actuar de Cris– to. Y en cuanto a la actitud del ministro no basta una transmisión, de los bienes del reino puramente "ex opere operato", que resbala sin' dejar rastro en quien los pasa de uno a otro. Es actuación en nombre [13]

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