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el misionero. Y para co11se1Tar este espíritu, así per– sonificado, lm~ano y Yigoroso, deben lo:s superiores ,rigilar constantemente para mantener la o1Jserv,m– cia regu]ar, siendo ellos los primeros en cum]lhr la disciplina religiosa y, sin asperezas ni se,reridad ex– cesiva, hacerla cumplir a los demás. Bien grabado está en el ánimo ele todos que así los misioneros como los religiosos de la Cm;todia han surcaclo los mares, para dedicarse ele lleno a las ac– tividades ele un apostolado el más intenso y extenso. Pero de igual modo han de estar plenamente pe rsua– diclos que también para ellos fueron cliehas las pa– labras del Papa en su Carta del 4 ele diciembre del J948 dirigida a nuestro Rvclmo. P. Ue1w1·al. Es ,o– lnntacl del Santo Padre que, al emprender las activi– dades del apostolado, 110 se debilite ni se mollifique radicalmente el tenor de Yida propio de nuestra profesióu religiosa, sino que nos mantengamos c,n nuestra tradicional austeridad de diseipb11n, de tal manera que sepamos hermanar las actividades de la vida activa con la quietud de la contemplatiYa. Para mantener y aerecentar más y más este espí– ritu, netamente franeiscano, en el misiorn-'ro, <leter– mina el Estatuto de :Misiones en el número 74 que '' eu todas las mü,iones se erija, por lo menos, una casa religiosa en la cual los misioneros, tanto sanos como enfermos y ancianos o fatigados por los tra– bajos del apostolado, viYiendo como en un convento de la propia Provincia, puedan dedicarse juntmnen– te a la oraeión y al estudio, o hallar el justo y debido reposo ... ~~ allí bajo la estricta clausura ordenada nor el Derecho, obsérvense religiosamente la Santa Regla y las Com;tituciones de la Orden. Y a conti- 5
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