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tan llevar a eaho para el engrandecimiento tanto ele la Custodia de Venezuela-Cuba como de las ~lisio~ 11es del Caroní y Goajira-Perijá, pro_'í'eetos cierta– mente erizados de dificultades, pero que con la ayu– da de Dios y d esfuerzo de los religiosos no tardarán eu llegar a ser una realidad com;oladora. Y ahora, más bien que ordenacione8, preferirnos dejarles algunas exhortaciones, para qne les Hirvan de aliento y consuelo en sns trabajo:::;; y a la vez tam~ bién les recordaremos varias normas qne, por estar establecidas en el Derecho Canónico v en 1rne:0;tra le– gislación, son ya de su_'í'0 oblígatorias·y han de ohser– vm·sl¡ con exactitud para llevar bien ordenada nues~ tra vida capuchina en el de¡;;arrollo del apostolado. 1.~Es tal la estima y veneración que sentimos hacü1 el misionero, cual la sentía el Seráfico Padre cuando elijo: '' Missicmarins, splendor Ordinis nostri pnrior." La gloria más resplandeciente _'í' acrisoladn de nnestra Orden es el misionero. el mismo Será– fico Padre, hablando de la obediencia, cleeía que la más meritoria es la del religioso que, guiado por di– vina inspiración, mardia a las misiones por el bien ele las almas o ya por deseo del martirio. (Ce-· lano, II, n. 152.) Por esto me complazco, amados misionéros, en afirmar que Hon Vuestras Caridades la gloria de nuestra Provineía y sus hijos predilectos. 2.-De ahí qne el verdadero espíritu fram:iscano, que es espíritu de caridad, fervor, abnegación, lmmil~ dad y penitencia, debe estar corno personificado en 4

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