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mación y proliferación. En el camino hacia la fijación escrita de los elementos de la tradición y de las leyes orales (talmud, midrashim) la literatura targúmi– ca, por sus múltiples posibilidades desde esta perspectiva, no puede ser minus– valorada. - Supone una ayuda importante para entender lo que es la "tradición''. El targu– mismo nació y se consolidó en un momento en que el judaísmo definía su canon de las escrituras cuantitativa (fijando la lista de libros) y cualitativamen– te (detemünando el texto oficial). Por sus peculiares características, la versión targúmica debería haber sido considerada en oposición a ese proceso de ho– mogeneización del texto y de su lectura; sin embargo el targum siguió siendo práctica institucional dentro del judaísmo, y nunca fueron considerados apó– crifos. Respecto del Nuevo Testamento, el targum permite aclarar algunos aspectos interesantes. Es sabido cómo el cristianismo heredó biblias interpretadas, en arameo (targumin) y en griego (LXX). Pero no sólo heredó textos sino "técni– cas''. La formación de los evangelios y de los Hechos debe ser entendida en este contexto de la interpretación targúmica. El modo de citar el Apocalipsis al Antiguo Testamento recuerda la práctica targúmica. Es cierto que existe una diferencia fundamental: el punto de partida en los escri– tos neotestamentarios no es el texto del A. T. -su actualización- sino la persona de Jesús comprendida a la luz de la Pascua -su explicación-; pero comparten muchos elementos con la práctica midrásica y targúmica. No es fácil determinar en ocasio– nes quién influye en quién, pero sí se constatan coincidencias. Un ejemplo: en el Targum de Gn 38,24-26 leemos lo siguiente: "Cuando Judá vio aquellos tres obje– tos-testimonio. se levantó sobre sus pies, y gritó diciendo: 'Escuchadme, hermanos y hombres de la casa de mi padre. Por la medida con que un hombre mida será medido'. Esta máxima se encuentra en Mt 7,2; ¿la extrae Mateo del Targum. o se trata de un refrán popular citado por ambos sin conexión de influencias o depen– dencias? 8. LOS TARGUMIN Y LOS ESTUDIOS NEOTESTAMENTARIOS La incorporación de los targumin, como materiales válidos para el estudio del Nuevo Testamento, arranca de mediados del s. XVII; pero las reticencias surgidas respecto de algunos de ellos hicieron que no se les prestara la atención debida. De hecho, obras como las de Moore y Bonsirven no los tomaron en consideración al presentar las fuentes de la religión judía. La situación cambia a partir del año 1930. P. Kahle, al realizár la edición de los fragmentos del targum palestino de la Geniza, hizo notar que "en el targum palesti– no del Pentateuco tenemos el material más importante procedente de los tiempos precristianos que han de estudiar cuantos deseen comprender la situación del judaís– mo en la época en la que nació el cristianismo"; advirtiendo, además, que "posee- 86

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