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- La adopción de la "koiné", lengua griega simplificada hablada, e incluso escri– ta, en casi toda la "oikoumene" (=mundo civilizado). - Cambio de nombres propios hebreos por sus correspondientes griegos. - Adopción, en la organización interna de la comunidad, de la te1minología de la sociedad griega. - Asunción de esquemas y valores culturales y educativos helenistas. Las reacciones no se hicieron esperar. La revolución macabea es un ejemplo del repudio a esa helenización progresiva. Otras posiciones criticas pero más modera– das se dejan entrever en el libro del Eclesiástico. Pero tampoco faltaron, y fueron muchos, los que se entregaron calurosamente a esa nueva cultura. "Era tal el auge del helenismo y el progreso de la moda extranjera..., que ya los sacerdotes no sentían celo por el servicio del altar, sino que despreciaban el templo; descuidando los sacrificios, en cuanto se daba la señal de lanzar el disco, se apresu– raban a tomar parte en los ejercicios de la palestra contrarios a la Ley; sin apreciar en nada la honra patria, tenían por mejores las glorias helénicas'' (2 Mac 4, 13-15). 2. LA VERSION DE LOS LXX La traducción a la lengua griega de la Ley y demás Escrituras de la religión he– brea, sin duda por motivos principalmente "pastorales", fue una de las obras de ma– yor transcendencia llevada a cabo por la comunidad judía de Alejandría. Conocida con el nombre de Los Setenta (LXX), esta versión tiene una larga his– toria, que tiene poco que ver con los intentos simplificadores y legendarios de algu– nos escritos judíos, entre otros la Carta de Aristeas a Filócrates y la Vida de Moisés, de Filón de Alejandría. Por su amplia difusión e influencia en la tradición judía y cristiana, aludimos brevemente a esas obras. Carta de Aristeas. Se trata de un valioso exponente del judaísmo alejandrino: de sus tendencías literarias, de sus pretensiones sociales y de sus preocupaciones doctrinales. Aunque se supone redactada por un alto funcionario de la corte de Ptolomeo Filadelfo (285-247 a. C.). el documento, en realidad, es bastante más reciente, de finales del siglo II a. C. Se trata del primer testimonio escrito que, con todo lujo de detalles, cuenta la leyenda de la traducción de la Torá al griego. El carácter apologético de la obra es manifiesto. A requerimientos del rey Ptolomeo, que deseaba tener en la biblioteca de Alejandría una traducción griega de los libros de Moisés, el sumo sacerdote de Jerusalén, Eleazar, envió a setenta y dos ancianos, seis por cada tribu, de conducta intachable y profundo conocimiento de las Escrituras. Llegados a Alejandría fueron recibidos con gran honor (la tercera parte de la carta está dedicada a describir la aco– gida de que fueron objeto por parte de la corte). En setenta y dos días llevaron a cabo la tarea encomendada, con la subsiguiente aprobación de toda la comunidad hebrea. 72

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