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una rápida alusión a Seleuco IV (Dn 11.20), la narración se detiene en la descrip– ción del reinado de Antíoco IV. Ascendido al trono irregularmente (Dn 11,21), Antíoco IV inicia su programa de expansión político-militar (Dn 11.22-28), frenado sólo por el ejército de Roma (Dn 11,30). Enfurecido y humillado por este contratiempo desahogó su cólera en Palestina. Dn l 1,30-35 describen esa situación: persecución de los judíos fieles y halagos a los prevaricadores (Dn l l ,30.32-33), profanación del templo, abolición de los sacrificios e instauración del ídolo abominable (Dn 11,31 ). Especial mención merece la persecución que pueden sufrir los "sabios" (Dn 11,34-35). Pero no termi– na aquí la arrogancia de Antíoco IV; también contra Dios y los dioses paternos manifiesta un comportamiento condenable (Dn 11,36-39). Dn 11,40-45 alude al final trágico del "miserable". Hasta ahora el autor se ha referido a hechos recientes; en estos últimos versículos se adentra en la zona de la profecía. Los detalles se vuelven nebulosos e incontrolables históricamente. De hecho sabemos que Antíoco no murió en Palestina sino en Persia, muy cerca de Susa. Pero esa muerte era posterior a la confección de este texto. El autor lo que hizo fue, dentro de su expectativa mesiánico-profética, vaticinar el crepúsculo del poder del mal y el amanecer de una nueva era, la del reino de los justos. Capítulo 12: El autor abandona el plano humano y terrestre para volver al celeste y angélico. Es el tiempo para que Miguel, ángel protector de Israel, dé la batalla final que revestirá el carácter de un juicio. Será una prueba sin precedentes. Miguel acabará con el poder demoníaco que significaban Antíoco y su reino. El juicio separará a justos y malvados, que resucitarán unos para la vida eterna, otros para ingniminia perpetua (Dn 12,2). La prueba durará unos tres años (Dn 12,7: lo que duró la perse– cución de Antíoco); serán dichosos los que asistan al nuevo orden de cosas. El autor es consciente de vivir ese tiempo próximo al final, y escribe para ese momento. Descifrado el código pseudoepigráfico, la orden de sellar el libro y guar– dar en secreto el mensaje (Dn 12,4) es, en realidad, una orden para proclamar su revelación a sus contemporáneos. En estos capítulos (Dn IO- 12) "se traza de nuevo la historia hasta los días de Antíoco. De la historia precedente recoge algunos hechos salientes y esquematiza otros... A pesar del valor histórico de varios datos, el conjunto resulta un tanto con– fuso, y lo que podía ser relativamente claro queda oscurecido adrede, al ser presen– tado como predicción de Daniel. Es como si se colocase un vidrio esmerilado delante de los sucesos. Faltan nombres propios, fechas exactas, porque la apocalíp– tica quiere hechos borrosos" (L. Alonso Schokel, Profetas 11, p. 1291). 41
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