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del 70, fue rehecho en griego con la ayuda de colaboradores que mejoraron su redacción. Una vez realizada, la presentó a Vespasiano y Tito, obteniendo su apro– bación. Estructurada en siete libros, abarca desde la intervención de Antíoco Epí– fanes en Palestina (175 a. C.) hasta la caída de Masada. El libro primero resume la historia de los judíos en el periodo helenístico-romano y se basa en una vida de Herodes escrita por Nicolás de Damasco. Los libros se– gundo al séptimo tratan de la guerra judía contra Roma, y se basan en las memorias del propio Josefa y en la documentación romana que le era accesible. La narración es generalmente digna de crédito, a pesar del tono deliberadamente pro-romano. Su importancia es grande como fuente de infannación, ya que es, prácticamente, la única fuente que poseemos para el estudio de esos siglos de la historia judía. Aunque con importantes concesiones a la historiografía pagana, no por eso deja de ser un historiador judío. Su obra está presidida por una concepción religiosa de la historia que concuerda con la enseñanza secular de los padres de Israel: la historia como historia de salvación, y las catástrofes -la caída de Jerusalén- como castigos de Dios a la infidelidad del pueblo: "Jerusalén mereció todos estos desastres porque había producido una generación de hombres que fue el instrumento de su ruina" (VI,408). "Creo que si los romanos hubieran tardado más tiempo en castigar a todos aquellos hombres, la ciudad habría sido tragada por algún abismo o destruida por una inundación, o habría atraído sobre ella el rayo de Sodoma" (V,566). - Las Antigüedades judías. Compuesta por Josefa, quizá con la intención de emular las Antigüedades romanas de Dionisia de Halicamaso, se trata de una colección de veinte libros, que abarcan la histotia de Israel desde los primeros tiem– pos hasta el comienzo de la guerra contra los romanos. La obra se divide en dos partes prácticamente iguales. Los libros 1-10 llegan hasta la cautividad de Babilo– nia. El undécimo va desde Ciro a Alejandro Magno; el duodécimo, de Alejandro a la muerte de Judas Macabeo (161 a. C.); el décimo-tercero, hasta la muerte de Ale– jandro (67 a. C.); el décimo cuarto, hasta la subida al trono de Herodes el Grande (37 a. C.); del décimo quinto al décimo séptimo, el tema lo constituye el reinado de Herodes (37-4 a. C.); los tres últimos se extienden hasta el 66 d. C. Después de muchas interrupciones, la obra se concluyó en el año trece del reina– do de Domiciano (93-94 d. C.). Para el primer periodo (l-10) Josefa utilizó casi exclusivamente los libros canó– nicos del A. T., y aunque parece que manejó dos versiones, una semítica y otra griega, fue esta última, los LXX, la que sigue con más frecuencia. Para el segundo bloque (10-20) su información es más diversificada. El vacío bíblico existente entre Nehemías y Antíoco Epífanes (440-175 a. C.) lo colma con– fuentes parcialmente legendarias, en particular con tradiciones populares relativas a Alejandro Magno, a la historia de los Tobíadas y un amplio extracto de la Carta de Aristeas. Desde el 134 hasta el 37 a. C. se sirve de las obras de Estrabón y Nicolás de Damasco, siendo este último quien le suministra la mejor información para com– poner la historia de Herodes. Las últimas décadas las reconstruye con materiales propios. 163

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