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sacerdotal, recibió una esmerada educación. Intelectualmente despierto e inquieto, pronto destacó por su brillantez (parece que los rabinos a los catorce años de edad ya le consultaban). A los dieciséis años recorrió las escuelas de los fariseos, sadu– ceos y esenios. Experimentó por tres años, retirado al desierto, la compañía del ere– mita Banno. A su regreso a Jerusalén se afilia al partido fariseo. A los veintiseis años (en 64 d. C.) viajó a Roma para obtener la liberación de algunos sacerdotes; la misión tuvo éxito, y logró establecer relaciones con personalidades importantes de la corte, entre otros con la emperatriz Popea. A su vuelta a Palestina se encontró con la efervescencia anti-romana que cristali– zó en la rebelión (66 d. C.). Contrario en un principio, se unió posteriormente al levantamiento, convirtiéndose en uno de los dirigentes, con el importante cargo de organizar y defender Galilea. Su actitud no dejó de suscitar sospechas en los grupos más radicales, que le consideraban proclive a los romanos. En el año 67 las legio– nes romanas invadieron Galilea. Josefo se refugió en Jotapata, plaza que defendió con valentía y astucia, pero que acabó cayendo en poder de las tropas de Vespasia– no. Conducido ante éste, le predijo su futura elevación al frente del imperio. Esto le salvó la vida. Proclamado emperador en julio del 69, Vespasiano se acordó del pri– sionero judío, ordenó su libertad, acompañándole a Alejandría. Regresó con Tito a Palestina para continuar la guerra contra los judíos, sirviendo de intérprete en el asedio de Jerusalén, y hasta fue obligado a intimar a sus paisanos a la rendición. Esto le acarreó el odio de sus contemporáneos. Tras la caída de la ciudad, invitado por Tito a "coger lo que quisiera", se limitó a tomar algunos libros sagrados y a inter– ceder por sus amigos. Acompañó a Tito a Roma, donde siguió gozando del favor imperial. Adquirió la ciudadanía romana y el nombre gentilicio de los Fla-vios. Murió probablemente a principios del s. II, y, según Eusebio de Cesarea, gozó del privilegio de una estatua en la ciudad del Tíber. Judío fariseo, escribió la historia de su pueblo al estilo de los paganos; asceta con– vertido en diplomático; intelectual y funcionario; jefe de la resistencia contra Roma y cantor de los dominadores de su pueblo... la vida de Josefo fue una serie continua de contradiciones y paradojas, lo que provocó el rechazo de su obra y su persona por los ambientes judíos, mientras era acogida y conservada por los cristianos. Sobre el valor de sus testimonios históricos se han expresado los juicios más contradictorios, muy estimado en la antigüedad y muy criticado en épocas más recientes; pero, en todo caso, las "debilidades" históricas de Josefo eran comparti– das por otros muchos historiadores antiguos. La obra La obra literaria de Flavio Josefo es amplia e importante para los estudios histó– ricos y la investigación bíblica. Ofrecemos una breve reseña de sus principales escritos. - La Guerra judía. Escrita originalmente en arameo poco después del desastre 162
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