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B) El libro IV de Esdras La denominación proviene del orden en que los diversos "Esdras" aparecen en la Vulgata: Esdras Iº (= Esdras canónico), W (Nehemías), IIIº, un apócrifo que descri– be la historia desde la pascua de Josías hasta Esdras, y IVº, nuestro texto. Consta originalmente de 12 capítulos, ya que 1-2 y 15-16 son adiciones cristia– nas. Escrito en hebreo o arameo, se ha conservado en latín y en algunas otras ver– siones, entre las que destaca la siríaca. Respecto a la fecha y lugar de composición existe casi unanimidad en situarlo en Palestina entre los años 70-100 d. C., aunque según el texto se sitúe en Babilonia, en el año treinta después de la destrucción de Jerusalén (557 a. C.). Se discute, sin embargo, la unidad o pluralidad de autores. Estructura Consta de dos partes o secciones: Sección de los diálogos (3, 1-9,26) - Sección de las visiones (9,27-14,47) Otros prefieren hablar de siete visiones, sin más; nosotros creemos más acertada esta división bipartita. Sección de los diálogos Son tres unidades en las que Esdras plantea una serie de cuestiones centradas en el problema de la justicia de Dios en su relación con Israel y con el mundo en gene– ral. Esdras aparece profundamente preocupado y turbado. "Hablo con dolor, pues me atormentan mis entrañas, mientras trato de comprender la senda del Altísimo. ¿Por qué nací, o por qué el seno de mi madre no fue para mí un sepulcro para no llegar a ver la calamidad de Jacob y la turbación de la raza de Israel?" (5,34-35). La respuesta de Dios, por medio del ángel Uriel, viene articulada en dos mo– mentos, y prefijada por una reconversión: ¿es que Esdras ama más a Israel que el que lo hizo? (5,33). Uriel resalta: - La incapacidad del hombre para acceder al misterio del plan de Dios. "Pésame el peso del fuego, mídeme el soplo del viento, recuérdame el día que acaba de pasar. Y le dije: ¿quién de los nacidos podría hacerlo para que me exijas esas cosas? Y me dijo: Si te hubiera preguntado cuántas habitacio– nes hay en el corazón del mar, o cuántos manantiales hay en el fondo del abis– mo o cuáles son los caminos del paraíso, me diríais tal vez: No he descendido todavía al abismo o al sheol, ni subí nunca al cielo. Ahora bien, no te he inte– rrogado sino del fuego, del viento y del día por que pasaste... No puedes cono– cer lo que es tuyo, lo que ha crecido contigo, ¿cómo podría tu entendimiento comprender la conducta del Altísimo" (cap. 4). 103
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