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Sin embargo esto no basta. El sabernos llamados a un diálogo personal con Dios puede convertirse en algo tan sublime que no llegue a ser eficaz por prescindir de las normales mediacio– nes humanas. Para paliar este problema está la cultura, que con– creta una serie de valores, todo eso que necesitamos para realizar– nos como personas. Unos valores que hace falta descubrir, jerar– quizar y optar por los que más se acomoden a la imagen de hombre que queremos ser. El hombre, pues, es un ser de encuentro y diálogo; un ser que se constituye, desarrolla y perfecciona creando relaciones en encuentro con las realidades valiosas de su entorno. Indudablemente, la tarea de formular y realizar nuestra propia vocación es muy personal, pero la dificultad que engendra el elegir valores abstractos para hacerlos proyecto de nuestra vida hace que recurramos a personas significativas que ya lo han sinte– tizado, convirtiéndose en modelos vivenciales de aquello a lo que nosotros aspiramos. "Entre luces y entre sombras, con la sed del buscador, muchos hombres encontraron el camino salvador. Preguntémosles cómo hallar ese camino. Preguntémosles; preguntémosles". El fragmento de esta canción nos pone en la pista de lo conveniente en estos casos; preguntarle a un hombre, Francisco de Asís, cómo resolvió el problema de su búsqueda vocacional. La dis– tancia cultural y de tiempo no impide que lo abordemos, puesto que los hombres, en el fondo, han tenido y seguimos teniendo las mismas dificultades para resolver unos problemas existenciales muy similares: Cómo realizarnos como personas. 4

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