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La transformación existencial que estaba experimentan– do le exigía apartarse del ajetreo de la ciudad para reflexionar y ordenar su vida. Cuentan los biógrafos que solía retirarse, acompa– ñado por un amigo, a lugares solitarios. Allí trataba de organizar sus sentimientos y abrirse a los nuevos valores que iba descubrien– do. La irrupción del Dios vivo le había desconcertado. Lo buscaba a tientas como un ciego que acude a una llamada, porque, en el fon– do, ya no podía vivir sin El. Esta búsqueda le producía inquietud, desasosiego. Dicen los biógrafos que "sufría grandes padecimientos y perplejidad del alma"; pero ya no podía retroceder. En el fondo del alma sen– tía una desazón que lo empujaba a caminar, aunque fuera a tien– tas, en busca de sentido. El encuentro con los marginados, con los leprosos, le hizo en– trar en contacto con el sufrimiento real. El dolor le parecia absurdo, pe– ro sospechaba que debería haber alguna explicación. Un día, al pasar por la iglesia de San Damián, sintió ganas de entrar y rezar un poco an– te el Cristo bizantino que había colgado en el ábside. Se arrodilló delan– te de El y experimentó cómo una voz interior le decía: "Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y repárala". La puesta en práctica del mandato en su materialidad no oscureció el verdadero sentido del encuentro. Jesús muerto en la cruz era la respuesta al dolor de los hombres. Dios "padecía" en su carne las consecuencias del mal, los arañazos del sufrimiento. En adelante ya no podía haber otra forma de aliviar el dolor más que solidarizándose con él, sumergiéndose en él. Cuando Francisco iba por el bosque "llorando la pasión del Señor", en realidad lloraba también la pasión de los hombres. A pesar de haber acumulado muchas preguntas sin ape– nas respuestas, Francisco seguía caminando por la senda de su conversión. Su encuentro con los pobres, con los leprosos -en defi– nitiva con Cristo sufriente-, le había hecho relativizar el valor del dinero, de las riquezas. ¿Para qué podían servir si no era para ali– viar los efectos de la pobreza? Con una decisión ingenua se puso a repartir dinero; dine– ro que, en realidad, pertenecía al negocio paterno, cosa que sirvió lO

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