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los medios son bnenos con tal de recaudar mucho dinero; no insistir demasiado ,obre este lado material y humano; anteponer siempre el ideal de la colaboración a formar dignos ministros del santuario, almas consagradas a continuar sobre la tierrll la obra divina de la redención. Entre las ofrendas de los bienhechores, prescindiendo de las limosnas libres y ocasionales, hay dos que merecen particular mención; nos referimos a las becas y a las bolsas de estudio. a) Por Becas se entiende una cantidad deter– minada de dinero entregada con el fin de que sus intereses sirvan a la manu– tención y educación de uno o varios colegiales. 1,) Otros distinguen las Bolsas de estudio, <1ue consistirían en los bienes muebles o inmuebles cuya renta o interés se destina por los dantes al mantenimiento de un estudiante en par– tifular. Tanto unas como otras pueden ser individualcs o n1mu]ativas, según sean una o varias personas quienes la fundan y sostienen. Para lograr con mayor facilidad los dos fines que la Obra de las vo– t tu:ioues se propone, es necesario' exponer sus ventajas por todos ]os 1nedios al alcance del apostolado moderno, prensa, cine, radio, bibliotecas, conferencias, sirviéndose de los miembros más activos y competentes del apostolado lairn, de las asociaciones piadosas, de las Ordenes Terceras, de la Acción Católica, etc.; procurando, como antes se decía, cYitar todo cuanto pueda inducir los fieles a pensar que se trata de una e1npresa meramente técnica, material, temporal. Todos estos medios y medidas deben ir informados de un gran sentimiento sobrenatural y estar subordinados al elemento esph;itual; ntás que inedios económicos, deseamos altnas verdaderamente religiosas; buscamos aqué1los sólo rn función de éstas. 8. La expulsión de los al-umnos. Es evidente que a pesar del cuidado en seleccionar los candidatos antes del ingreso, no todos los admitidos poseerán las dotes necesarias o las desarrollarán convenientemente para perseverar en el camino comenzado. Por otra parte, es necesario exponer a los alumnos con claridad el concepto ele la vocación y nunca atemorizarlos con la ídea de que cometen un grave pecado si abandonan el rnlegio; ello contribuiría a forzar la libertad. El mero hecho de haber venido no significa una vocación derta, definida t' irrevocable. Recuérdeseles con frecuencia la libertad absoluta con que deben decidirse. Prorédase siempre ron la máxima pru• dencia, de suerte que ni se disminuya la estima y aprecio de la llamada divina ni se obstinen en pensar que desde el ingreso en el colegio la vía está definitivamente trazada. La iniciativa de abandonar el camino comenzado no siempre parte de los alumnos; ni los directores o superiores deben esperar a que así suceda. En principio puede decirse que siempre que un alumno carezca de las cualidades físicas, intelectuales y morales anteriormente examinadas, puede y debe ser expulsado, pues ello supondría que no hay verdadera vocación por carecer ele las aptitudes necesarias.
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