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416 l'. ~tfü,OHOR lrn POBLADUitA (72) q. 4, n. 95); aduce y aprueba varias veces la exposición qlw hace de las cuestiones (disp. 7, (j. n, 11. GG; disp. 1;{, c1. f>, n. flO; disp. 14, (l. 4, n. 95; disp. 21, q. 2, n. 1; disp. 44, q. 12, n. If>l), remitiendo a él para más pormenores (disp. 7, q. n, n. 70; disp. 13, q. n, u. ;{rn; disp. rn, q. 8, u. 208; disp. 14, q. l, n. 13; q. 2, n. 80; q. 6, n. 148} como si fuera un autor muy conocido y de uso frecuente, pues afirma que las demás cuestiones no las explica porque se hallan suficientemente explicadas en 'I1rigoso (disp. 15, q. ;,¡, n. 28). Por tanto, se puede decir que según Bontempi el P. rl'ri– goso es una autoridad en el campo de la, teolog·ía ya que no en el de la doctrina buenaventuriana. 8. - P. Bartolomé Barberis de Gastelvetro (1615-1697). Quien, por una parte, considere cuanto d(,jamos dicho acerca del carácter pacificador o conciliador de la obra del P. 'l'rigm;o, y por otra la exquisita formación filosófico-teológica lmeuaveu– turiana del P. Barberis juntamente eon el deimrrollo adquirido por el Bnenaventurismo después de nn siglo de continuos esfuerzos, seguramente sospechará hallar en Barberis más un censor que no un panegirista del P. 'I1rigoso. Y, efecfrvameute, ésta es la impresión que la lectura de sus dos Cursos, filosófico y teológfoo (1), causa en nosotros. De unas cnerenta veces que de él hace mención, más de treinta es para criticarlo, y en las seis o siete restantes en que aprueba sus iuterpretaeione¡,; es porque él mismo concede ser idéntiea la opinión de t-;. B1wmt– ventura y S. 'l'omás (cf. Gw·s. theol., t. I, p. 1, disp. l, q. 2, 11. 11; disp. 4, q. 8, n. 112). Le llama, es verdad, « huenaventurista », seguidor de laR doc– trinas del Seráfico (Gim1. phil., vol. I, tract. 2, p. 1, q. 7, n. JJ2; vol. II, traet. 2, q. 2, n. 60), pero de esto mismo He sirve para manifestar su admiración, pues el amor que profesa al Seráfico :Maestro no le pel'lnite sufrir que quienes se proclaman sus dis– cípulos sean tan negligentes en investigar la mente de S. Bue– rnwentura. Y así suele decir: « y lo que no puedo compl't•nder, lo que más me meravilla es que, quienes se dicen sus seguido– res, desfiguren tanto el pensamiento buenaventuriano: ¡ Verda– deramente estaban alucinados! (cf. Gurs. phi!., q. 2, prooem., 11. G; Gurs. theol., t. I., p. l, disp. 3, q. G, n. GG; disp. 4, q. 7, n. 109; (1) Flo1·es et fructus phílosophici ex Seraphico Paradiso ea~cerpti, seu C.ursus philosophicus ad mentem S. Bonaventurae Beraphici Doctoris, Lugdurri, 1677. - Cursus theologicus ad mentem Seraphici Doctoris S. Bonaventurae, Lugdmú, 1687.

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