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404 P. :\IELOIIOR DE POBLA.DURA. (60) ¿ Por qué razón la, Orden que supo mantener en alto el estan– darte enarbolado por Trigoso por espacio de nn siglo, no siguió las huellas trazadas por Barberis? Si el espíritu de concordia que había animado a los primeros comenta(iorPs servía de ohs– t,áculo ¡mra justipreciar « los doctos, jugosos, profundos, snhli– mes escritos de S. Buenaventura, y hacía de ellos un sistema de doctrinas obscuras, <lesordenadas, iucohPrentes e ininteligibles», ¿porqué razón al desaparncer este« falso criterio » con el P. Bar– beris no se agruparon en torno suyo al menos los Capuchinos, qnn hasta entonces habían militado bajo las banderas del ráfico? Se nos dirá tal vez que pt'Pcisamente a partir de aquella focha conwnzó la decadencia de la teologfa escolástica, teniendo el buenaventnrismo la desventura de aparecer Pn todo su esplen– dor, como una nueva escuela, en nna época Pn la cual aun las escuelas que tenían honda raigambre en el campo teológico a1wnas podían sostenersP. No lo negamos, antes al contrario así lo creemos también nosotrns. Pero si así PS, ya no fné « el fa,lso criterio » de conciliación el que causó la ruinn al btrnnaV(éJltu– rism,o, sino causas Pxtrínsecas a él. ¿ No podía haber influído en Psta deca<foncia PI qne los últimos humrnventuristas pusieron el blanco denrnsiado alto y unos no pudieron llegar a Ál y otros dudaron quP así fuera en realidad? No <leja dP ser un hecho muy significativo el que mi(•ntras se propusieron conciliar a los dos grandt>s Doctores de la Pscolástica se multiplicaron rápida– mente los comentarios a S. BnenavPntnra, y cuando quisieron hacpr <fo él una escuela indipendie>1ltf~ desaparecieron por com– p!Pto. Cierto, la casi total desaparnción de escritores buenaven– turistas con el P. Barberis es un caso verdaderamente singular, pues pocas veces se habrá visto que a, la edad de oro litPraria de un sistema o de una ciencia cualquiera haya, sucedido de rP– pentc la época de un complPto olvido de la misma. Pues así como casi siempre hay un período de formación y otro de apogeo, así también suele sefrnlarse otro más o menos largo de decadencia. Bn el caso particular de q1rn nos ocupamos estr~ tercer período no existe. Entiéndase bien, sin embargo, que al expresarnos así nos referimos solamente a las obras publicadas y de un carácter netamente tc>ológico buenaventuriano. Ni hemos querido tampoco dirimir la cuestión, todavía no bien estudiada, de las causas que motivaron la, rotura de la tradición bnenaventnriana en los estu– dios de la Orden. Creemos, con todo, oportuno advertir aquí que no desapareció dicha tradición con el siglo XVII; sino que He continuó aun por mucho tiempo explicando en los Colegios de la Orden Capuchina la teología de S. Buenaventura. de

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