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(59) m:j P. PEDRO 'rRIOOSO DE CALA.TAYüD Si tal era el deseo de los sabios de aquel tiempo, no era otro el de la Iglesia y el de la Ordm1. :BJI ya mencionado Bue– naventura de Langres hace referencia en la Bpístola dedicatoria de sn 'reología a dos magníficos relicarios ofrecido~ por el Papa Urbano VIII a nuestros Padres congregados en Roma para el Capítulo General. Tenían estos relicarios forma de brazos con sendas plumas Pn la mano; como si quisieran trazar caracteres sobre <~I papel, y contenían en si reliquias de los dos Santos Doctores Tomás y Buenaventura. ¿ (~ué significaba este donativo pontificio'? Ciel'tamente una invitación y un alentamiento a estu– diarlos y, en cuanto posible fuera, conciliarlos. « ¿ (~ué significa, pues, este don singular, sino que entonces llniso por autoridad apostólica entregarnos la pluma de entrambos Doctores para que con ella buscáramos nosotws los escondidos sentidos y concordes sentencias de su doctrina y las hiciéramos públicas'? » ( 1). Por estas palabras se echa de ver cómo el deseo de 'l'rigoso de pro– clamarse discípulo de S. Buenaventura y S. 'I'omás al'raigó en sus sucesores, quienes, siguiendo sus ejemplos, se alistaron junto a S. Buenaventura, procurando siempre conciliarlo con S. Tomás. De todo lo dicho podemos concluir que el método iniciado por el P. Trigoso y continnado por los demás buenaventuristas del siglo XVII estaba basado en las árduas dificultades de la empresa, correspondfo perfecta.mente a los anhelos de los sabios de aquel tiempo, y era de todo en todo conforme al pensamiento de la Santa Sede y a la orientaci6n de los estudios de la Orden. Solo después de un siglo de continnos esfuerzos por rstudiar y explicar al Seráfico Doctor pudo rl P. Bal'tolomé Barberis pre– sentarlo libre de disfraces al mundo cif'ntífico y decir a los sa– bios que S. Buenaventura no habfo asentado sus reales ni en el campo de los tomistas ni tampoco en el de los escotistas, sino que su sistema teólogico contaba con principios suficientes para bastarse a sí mismo (2). Ahora bien, si los comentadores de S. Buenaventura que precedieron en sus investigaciones al P. Barberis no eran, según la opinión de 1''erchi, comentadores sino más bien adversarios del Doctor Seráfico, ¿ por qué razón los sabios no respondieron al llamamiento del P. Bartolomé, con ser y todo él quien mejor supo amoldarse a los principios de S. Buenaventura'? ¿ Por qué razón la historia de la teología no cuenta en sus páginas a partir de 1687 un número tan nutrido de escritores buenaventuristas, como desde 1593 hasta dicha fecha'? (1) lbid., Epüt. dedic. (2) Of. Ciams theol., Ad lectorem.

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