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l<JL P. PEDRO 'rIUGOSO D.E OALA'r~s\.YUD 401 en las corrimites científicas el tiempo qtrn pasan f'IlCf!rrado-,; en los archivos. He aquí en qué términos lamentaba PI P. Trigoso este defecto de bibliogTaffa buem1v0ntnriana: « Ved con cuán 1n1merosos expositores d<· su doctrina ciwnta, ~- 'I'omás, al <mal, aunque es muy notablfi su claridad, sn religi611 (que de todo corazón alabo y venero) lo ti<•ne en tan g-rnn precio y P-St,ima, que no cesa de trabajar poi· hac<'r aún más clarn e inteligible ia doctri11a angélica por nwdio de los comentarios dP JH'P<•laros te61ogos. Y nosotros, por el contrario, hPrnos dPsntado <1<· la, iioctrina seráfica, dPjánrloll1 sin eonwntarios y Pxplieaciones. Lo qtw todavía es más tristf', nos falta valor para ]Perla y a1111 para, verla; antPs biPn la rPchazamos, yPnllo gozosos en pos de ciertas forrnalida<ll:"s y sutilPzas más aptas para engP1Hlrar confusi6n qne verdadera nudición. Y lo que no puNio dPPi1· sin gTan dolor de mi alma ('S qnP este glorioso Doctor dP la Igl,isia haya sido grarnlPmPnte alabado de los extraños. y nosotro-; lo hayamos abandonado y desprPciado. j Loor im¡wrPcerle1·0 a la ~.doriosa, memoria de Sixto V, qnien por 1•sta raz(m m:rndó rPimp1·imir sus obra-;, y fondó una cátedra perpPt,,rn liu<>rrnvPntnriana Pll t•I cPl(~brP convento (lp los Conventuales <le Roma! >> (1). Como se ve por (•stas palabras de 'L1rig·o,;o, PI único monnmetlto ciPntífico qtlf' había por P11tonces a favor dP la doctrina ¡)p S. B11Pmtven– turn, ern la cátedra fünrlada por Sixto V írn Dodici Apostoli. "N"ótPsP, sin Pmharg·o, que ni aún allí hieiPron resal1ar hasta más tar<lP las diferencias características dP la doctrina sPrática, si1w que se explicaba ésta jnntamPntf• con las es¡wculaeiorrns Psco– tistas: tamquam eondimentnm sapidurn et qttod qu,am grrltu"i reli– gionis intellectus evadat (2). Así que al prntender el P. 'Prigoso reducir a método escolar los escritos de s. Buemi,ventura dd1ía por 1weesidad comf~nzar des(le el principio, y, eomo ya, hemos dicho, ern ésta una de las rnzcmes porque decía ser digna de perd<Ín su ohra; qltia satis me /'ecisse putavi, si initiurn exponendi hanc doctrinam declerirn (3). Además, h1s dificultades con que debió chocar desde un principio, eomo hemos indicarlo más arriba, aqnel movirniPnto huermventnrista fomentado por Capuchinos y Conventuales y tan ampliamente favorecido por Sixto V, naturalmente debieron hacer pensar al P. 'l 1 rigoso en edificar sobre terrl:"no firme su edificio teol6gico-bue1mve11turiano. J:i'upra qup los te61ogos dP la ,I:J Ad lectorem; et'. Dedicatoria. 1:Z) S,1:;TORO J)li AÍELFl. ('lf. tBI Ad lectore111.

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