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~196 P. llfELOHOR DE POBIHlDURA (fí2) el párrafo anterior, vamos también en éste a ilu'ltrar esta cua– lidad o característica suya con algunas citas. Ante todo, ésto fné el fin que s<> propuso al escribir sus co– mentarios y éste también PI fin que persiguió en todas y cada una de sus cuestiones: conciliar la <loctrina dPI Doctor Seráfico con la del Doctor Angélico y con la de los otros teólogos; « Esta fué siempre mi intención, escribe en el Prólogo, mostrar la uni– formidad de estos dos Doctores no solamente en la santidad de vida, pero también en la verdad de la doctrina. Habiendo sido estos dos santos alimentados por una misma doctrina y armws– trados por un mismo maestro Cristo, y lrnbiendo vivido unidos por vínculos tan estrechos de caridad, ¿ qué mucho que hayan conservado la uniformidad N1 la vida y Pn la doctrina? >> (1). Así es qnP Trigoso no encuentra dificultad ninguna en sn dis– cípulo de entrambos Doctores, antes al contrario júzgalo timbre de honor: « Nunca agradeceré dignamente a Dios nnPstro Sefwr el que después de cuarP,nta años de estudio dr~ la, rloctrina de S. Tomás, me haya concPdido la gracia, ahora que camino ya inclinado bajo el peso de los años, de conocer la doctrina de S. Buenaventura, de suert<, que pueda llamarme discípulo de los dos. Sigan otros, enhorabuena, la sentencia que más les plazca; que yo, supuesto que desde joven fni educado en la doctrina de S. '1 1 omás, ahora, ya viejo, deseo morir abrazado con la de S. Buenaventura. A estos dos reconozco por mis Pa– tronos y Maestros y a entrambos sigo y venero con singular (1) .4d lectorem. - Debb, ser esta idea muy común por aquel entonces. Veinte años antes el P. Antonio Posi de niontalcino escribía en la Dedirntoria de la edición de los comentarios de S. Bnenaventnra al Libro de las Senten– cias, en la que tomaron no pequeña parte los Capuchinos: "Anotamos en el margen con la extrntitud qne nos fué posible los lugares en que S. 'l'omás, lumbrera esplendidfoima de la Santa Iglesia, y Juan Escoto, ül más sutil de los teólogos, convienm1 con S. Bnenaventu ra o de él disienten. Pues si alguien compara la doctrina del Angélico con la del Seráfico, echará de vr:r que en mny contadas cosas discrepan entre Hí; por donde quien haya entendido los principios de S. Tomás, verá por sí mismo cuán fácil le es defender r1e la calumnia a S. Bunnaventnra. Pero¿ y qué maravilla pnede causnrnos que con– sientan en la doctrina quienes, ilnmíuados por un mismo espíritu, en la pie– dad y santidad son iguales? (Scriptmn D. Bon. Canl. ac D. Semph. Ord. alin. S. Franc. in quatuo1' LilJros Sententiarum nunc primum stuclio P. ANTONI! Posu A Mo:-.TEII,Cl'-O, Oirn. Mi:-;. Oo.-.Y . ... muniftcentia et libentlítate S. D. N. Pii 1• nec non solertia Congregationis J?ratrum Oapuccinorum, praesertim Fratris H1ER<J'.'.Dll P1sT0Rrn:-.s1s novissime ímpresswn, Romae, 15G9). - Y Sixto V entre las razones que da por qne S. Buenaventur¡¡, ha de ser igualmente honrado que S. 'l'ornás, una es ésta, porqne "tam multa inter eos virtutis, sanctitatis, doctrinae, merito– rnm conimictio et similitudo intercedit ~. Cf. Tri11nplwlis Ilienisalem, en Bull. Rom., t. VIII, p. 1005, Augusti,e Tanrinorum, 1863.

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