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BL P. PBDfü) TIUHORO DB OALATAYUD 3Hl Otras vecPs, finalmente, de tal manera procede en las expli– caciones que más parc'ce un tf•ólogo místico que un teólogo escolástico. Sirvan de modelo los dos párrafos siguientes, f'H el segundo de los cuales principalmPnte parece sentirse la misma suavidad y dnlzurn qne se experinwnta al leer los Pscritos del Seráfico Doctor. « Pondera cómo por merlio de esta considera– ci6n pnedc-> llegarse al proprio eo11ocimie1ito. Ca<la uno de no– sotros debe consi<l(ernr siempre Pstas dos cosas: primero, qué es lo que tiPne de sí, y segunrlo qué es lo que ha rPcibido de Dios. Por sí mismo no tÍ<'IH~ n11da, porq1w vifme de la nada; por sí mismo ti(111e vanidad, instabilidad <' inconstancia, defectos y pecados, fül una palabra,, deficere et tenclere in niltilum. De Dios, por lo contrario, ha recibido todo cuanto de biPn tiene, tanto lo que a los bierws de grneia s<~ ri,fiere como a los de naturaleza,. En virtud de esta com;ideraci6n PI hombre se humillará, y ensal– zará y magnificará a ])ios. lfü,tm; dos puntos eomtemplaha el Apóstol cuando considerándose a si mismo dNlÍa no ser nada, indigno df' sn llamado apóstol, PI mPnor de los Apóstoles y el mayor d(• los pecadores; ywro cuando consideraba los magníficos do11Ps recibidos de Dios, c,1itouces sP llamaba Apóstol, Ministro de ,fosncristo, arrPbatado hasta el tf'reer cielo, 1,J (]llP m(u,; había trabajado en la pro1mgaci6n dPl evang<•lio, y, en fin, afirmaba valientmnent<· 11tw todo lo podía en .\.quPI q1w lo confoetalm. Así pensaba también el Bautista S. ,T mw, cuando preguntado por los farisPos qni<'n fuesP, n·spondfa: nada por mi parte, pero de parte de Dios t-ioy la voz <111<· clama en el <l<>siNto. Bsto mismo meditaba la Sacratísima Virgen, cuando cootemplándose a si misma exclamaba: porqt1e ha mirado la norn1<la 1le su sierva; pero cuando consiíleralm las Pxceientes prerrogativas de que el Sefwr la enriquPciern, prorm m pía en estas palabras: porque nw lrn magnificado quien es grnrn1e y votentP y su nombre santo, dando inmensas gracias por los favores rPcibidos. Ved, pues, cómo de esta doetrina se <leiluce el conocimiento propio y el de Dios» (1). BI otro pasaj1~ a qp1~ antes aludíamos es éste que a conti– mrnci6n trnnscribimos aun a riesgo de pecar de prolijos. « Bn segundo lugar, libro de vida es Cristo Señor Nuestro, a quien S. Juan llama en el A.pocalipsis « Libro de la vida del Cordero, quP fué sacrificado desde c~l origPn del mnwlo )> (2). El cual si bien es cierto que en cualquier momento de su carrera mortal (lj Q. 4, a. 2, exp. text., uot. -1-. (:2) Uap. XIII, 8.
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