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388 P. MELCHOR DJ;} POBLADURA (44) frustrarías<' el fin principal de la teología. Decimos esto porque para el P. Trigoso, lo mismo que para Alejando de Hales y 8. Buenaventura ( 1), los dos grandes maestros de la primitiva escuela franciscana, el fin principal de la sagrada teología no está limitado al solo gobinno de los actos hnnrnnos ni a la sola investigación de la VPrdad; no es una CÍ<'nci!t puramente espe– culativa ni tampoco puramente prúctica, sino afectiva, afectuosa o « caritativa ~, comoquiera que por ;,;u misma natura!P,m tiende a mover el afecto e inflamar el coraz6n, a ilustrar la inteligen– cia, pero mús principalmente a encender la voluntad, tiende, en una palabra, a que seamos buenos, id boni fiarnus. « Porqne si bien es cierto que la teología trata de las cuestiones sumamente. especulativas, no 'lo es menos que trata también de las suma– mente amables y ann mejor se diría que tie1rn mús partf~s ,~n ella Pl amor que el conocimiPnto, pnesto que la caridad Pst(i muy por Pncima de la ciencia, y es mPjor la carhlad quP la in– teligencia. Plus enim diligitu,r, q_1ta1n intelligitnr 1 et intrat clilectio et app,•opinqua,t, ubi scientia f01·is est. JustamPnte, por tanto, la teologíft s<• llama y es en verdad, ya que su fin mús noble y princip~~l es inclinarnos al amor de Dios, ciencia afectiva, afec– tuosa o caritativa ~ (2). Si tal es la naturaleza de la teología parn el P. 'l'rigm;o nada mús natural q1w trate, según sn posihlP, de ponerlo ,~n evidencia en el curso <fo su obra; y nosotros nos proponPmos ahora ilustrarlo con algunos ejemplos. Primeramente, brilla rle modo especial la piedad del P. 'l'ri– goso en la humildad con que trata y propone las cuestiones y en la modestia con que se inclina a una de las partes cuam1o varios teólogos se disputan la verdad de una tesis. He aquí en qué términos se expresa al trntM' de la predestinación: « Ante todo debPmos proceder en <"stn materia con mncha reverencia, lmmildnd y modestia, desconfiados de nne;,;tra, prudencia... ¿qué podremos hncer nosotros con nuestro corto ing·enio ni querer penetrar los divinos misterios qne S. Pahlo confesaha ignorar? La norma, en esta cuestión ha de ser lo que la S. Escritura dice, las declaraciones de los Concilios y el parecer dt> los SS. Padres, que no nuestro ingenio o sofistica argumentación, la mml mu– cha;,; veces precipibi al hombre en PI error. Por tanto, canta, modesta y reverentemente se ha de hablar, sin disputar libre y ~1) Cf. ALEXANDER DE HALES, Summa theologica, P. I, q. 1, c. 1; t. I, p. 2, Qua– racchi, 1924; S. BociAYE:-;TuRA 1 In I Sent., prooem., q. 3; t. L p. 12, Qnaracchi, 1882. (2) Cf. q. 1, a. 1, exp. text. y dub. 4.
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